Debía esta entrada desde el domingo, día en que fui a ver la película-documental “La Última Cima”, sobre la vida del sacerdote madrileño D. Pablo Domínguez (o simplemente “Pablo”, como le conocía todo el mundo). Pensaba hacer alguna de esas disquisiciones que tanto me gustan en las que me enrollo y enrollo reflexionando sobre algún tema, pero no lo voy a hacer. Ha habido ya bastantes reseñas mucho mejores que cualquiera de las que yo pudiera hacer (v.gr. Juan Manuel de Prada, Monseñor. Munilla), así únicamente (i) voy a invitar a que la vea todo el mundo, (ii) hacer una confesión y (iii) recomendar que se queden con un par de frases.
La invitación a verla es esta entrada, así que la confesión que voy a hacer es doble. Por un lado, las reticencias que yo tenía para ir a verla, que son las mismas que reflejó Juan Manuel de Prada y algunas de las que otros ya han comentado (v.gr. Terzio en su blog). Fui a verla, en primer lugar por el interés de mi novia (no lo neguéis, todos somos iguales...) y después (todo por su orden), tras leer recomendaciones como la ya mencionada de De Prada o de la CTC, entre otras. En particular, confieso la veneración que siento por todos los sacerdotes y mi preferencia personal por aquellos cuya vida no pasa de normal, tradicional (hasta en el vestir) y ordinaria, y si es pasando horas y horas en el confesionario o dirigiendo almas en Dirección Espiritual, mejor que mejor. Pero resulta que uno por uno, casi todas mis objeciones y “peros” a la película se van desmontando con fuerza en el transcurso de la misma hasta que, al final (y esta es la segunda confesión, y que no salga de aquí), confieso un ligero humedecimiento de los ojos (no descarto que fuera el aire acondicionado) y eso es extraordinario en mí (en todo caso, que de aquí no salga). Como extraordinario es ver una película que hable bien de los curas, de la presencial real de Cristo en la Eucaristía, de fidelidad a la Iglesia y al Papa, de celibato, del sacerdocio en general, de todos los sacerdotes y, en fin, que se trate de una película descaradamente contracultural (ése es el punto).
El resumen, para mí, lo contienen las dos frases que me parecen cruciales: “ya no me pertenezco” (no les digo quién la dice pero es muy fácil, además de ser la más repetida) y la segunda, que no es literal, pero dice que aquí nadie es imprescindible y que el Centro de todo y lo Importante (mejor dicho “El Importante”) es Dios. Estén atentos para adivinar quién la pronuncia.
Así que, sin más, vayan a verla. Piénsenla, medítenla y saquen conclusiones.