31 enero 2010

A vueltas con el dichoso referéndum

Lo acabo de leer desde el blog de Séneka, y lo copio aquí porque me ha parecido brillante la exposición de las razones por las cuales es un tremendo error la convocatoria del referéndum por la Vida. 

Os dejo el enlace, por si alguien todavía no lo ha leído:


La reacción airada y acomplejada de los de Hazte oír es digna de enmarcar en la galería de los "quiero y no puedo", pero sobre las demás cosas lo que me alarma es la subyacente falta de formación (o profundización en la formación recibida) de quienes de manera incomprensiblemente entusiasta la secundan. Esta semana mantuvimos un breve intercambio de argumentos sobre la cuestión en Infocatólica con motivo del muy acertado comunicado de la CTC en el que se recordaba que la Vida no puede depender de los votos, por muy buenas que sean las intenciones, lo cual, desde mi punto de vista, no deja de ser una ilegítima justificación de los medios por los fines buscados. En dichos comentarios se puso de manifiesto que queda mucha tarea por hacer, aunque por orden: primero mucha oración, luego expiación y en tercer lugar acción. Por orden, pero las tres.

El gol de Guti... digo de Benzema

Me disculpo de antemano por traer al blog algo en principio tan superficial, pero es que no me canso de ver el gol de ayer de Benzema, tras pase generosísimo, genial e "ilógico de Guti. Y mira que no me gusta en exceso este chaval, pero tiene cosas de genio.

26 enero 2010

El trigo y la paja o las ruedas de molino


Es una necesidad de toda exposición de ideas (y más si quieres hacer algo con ellas) acotar e identificar bien de qué se habla. En otras palabras, separar el trigo de la paja y no confundirlas con lo mismo. Trigo y paja sería, por ejemplo, el libre mercado y el capitalismo; democracia y sufragio; descentralización y autonomías; libertad y “estado social y democrático de derecho” (art. 1.1 de la Constitución Española).

Hoy, el simplismo del pensamiento moderno nos ha hecho comulgar con ruedas de molino, y esta rueda dice que tenemos todas esas cosas. En realidad, tenemos las segundas (capitalismo, sufragio, autonomías y estado social y tal y cual…). Las primeras (libre mercado, democracia, descentralización y libertad), no sólo no las tenemos, sino que nos han vendido su antítesis.

Sobre el libre mercado y capitalismo, prometo un comentario más extenso, al hilo de mi admirado Álvaro d’Ors sobre las premisas morales para un nuevo planteamiento de la economía. Baste por ahora enunciar la diferenciación básica entre economía y crematística. La economía como administración de los bienes y la crematística como arte de enriquecerse sin límites. Es evidente que hoy por la primera se entiende la segunda. Al final, se trata de decidir entre una ciencia de la pobreza o de la riqueza (y creo que de esta última algo deberíamos haber aprendido).

Sobre los dos últimos conceptos es evidente que cuanto más “social y democrático” quiere ser el estado, menos libertades nos quedan. Cuando el estado no conoce límites para imponer el “paraíso” (laico, por supuesto) en tierra, menos responsables se sienten las personas del destino y bienestar de los demás, que ya únicamente reaccionan ante catástrofes dantescas (y Dios quiera que no dejemos de hacerlo).

Por último, los medios de comunicación y los políticos se pueden tirar (como llevan) años y años hablando de descentralización o democracia pero los hechos son tozudos. Ha triunfado tanto el marxismo (el de Groucho, pero el otro también) que los principios a la mínima de cambio los han mercadeado por los que mejor convenían a sus intereses: el controvertido tema de los “cementerios nucleares”, ante los cuales no poseo una posición demasiado definida (me harían falta conocimientos de los que carezco) nos ha brindado una muestra más del verdadero cariz del régimen que tenemos encima.

La democracia española es una falacia que esconde una brutal dictadura repartida llamada partitocracia. La voluntad suprema del partido se alza en una robada e íntima identidad con el interés de la nación imaginada (española o catalana) y eso mismo lo hemos visto en las intolerables presiones (me da igual el motivo que ellos aleguen) e incluso sanciones que se han apresurado en lanzar CiU y PP contra quienes en los ayuntamientos de Ascó (Tarragona) y Yebra (Guadalajara) ven en la instalación del centro nuclear una salida al paro que la casta política ha propiciado y una posible vía de desarrollo. En todo caso, más acá del debate, el primer plano del asunto nos enseña la escena en que quien, según sus postulados, tiene la representación popular por haber sido elegido en las urnas, sin embargo se ve impedido, ordenado y sancionado en una total falta de independencia por quien ni tiene esa representatividad ni ha sido elegido: los dirigentes de los partidos políticos en Madrid (PP y PSOE) y Barcelona (CiU).

Todo ello demuestra la hipocresía sobre la que se asienta el modelo político español: un gran conjunto de contradicciones desde las ideas básicas hasta en la praxis cotidiana. Responsables de no darse cuenta son la izquierda, pero quizás en mayor medida la derecha, que de tanto ir detrás de aquélla, asumen tarde sus postulados, cuando ya se han demostrados caducos. Hete aquí que nos vienen con un referendum que obliga a elegir entre una ley abortista y otra ley abortista. Lo último es intentar culparnos a los que todavía creemos en los “no negociables” de la muerte de los niños no nacidos, mientras ellos se ponen la venda en los ojos para defender lo indefendible y el buenismo por montera. Lo que les decía al principio, trigo y paja.

Por favor, dejen de hacer el ridículo.

24 enero 2010

Con permiso, sobre la liturgia de la Santa Misa (y II)




Continuando el ya largo relato (para un blog) sobre mi experiencia particular con la liturgia, nos situábamos hace cinco años, aproximadamente.

Me saltaré algunas reflexiones para decir que, habiéndolo pensado bien y sabiendo que el Cardenal autorizaba la celebración de la Santa Misa según los libros de antes del Concilio Vaticano II en Madrid, antes del Motu Proprio, me decidí a ir un domingo a San Luis de los franceses. Volví alguna que otra vez y, en los meses que estuve en París localicé y asistí a una iglesia con el mismo permiso. Saqué varias conclusiones. Evidentemente, estaba ante la liturgia de cientos de años de vida eucarística de la Iglesia. Era rica en gestos, en silencios que adoraban a Dios a gritos solemnes y entonces comprendí que aquella liturgia me era muy familiar. No era igual, claro está, pero desde luego, conociendo los textos y rúbricas del Misal Romano según los libros actuales (debido a la experiencia que expliqué en la anterior entrada), podía perfectamente saber que el Rito Ordinario celebrado fielmente, estaba en verdadera unidad con el Rito Extraordinario, tal y como señala el Papa en la Carta a los Obispos que acompañó al Motu Proprio. Me ayudó muy gráficamente a comprender, de paso, qué significaba la "hermenéutica de la continuidad" y la importancia de leer los documentos conciliares a la luz de la tradición, condiciones ambas indispensables para que podamos seguir hablando propiamente de la Iglesia como Una, Santa, Católica y Apostólica.

Fue en 2007 cuando el Papa publicó por fin el Motu Proprio. Y entonces visualicé cómo se hacía pública una guerra interna en la Iglesia, con la resistencia de algunos Obispos a obedecer al Papa, ataques al Concilio Vaticano II, desde los que le achacan todos los males (sinceramente, este grupo es muy minoritario) hasta los que piensan que la Iglesia se fundó allí o aluden a un supuesto "espíritu" ficticio para imaginarse una nueva iglesia ajena a la tradición y casada con la modernidad. Se estaba repitiendo una distinción pagana, mundana y en absoluto católica que marcaba distancias entre "conservadores" y "progresistas". Pero lo peor de todo, ha sido la postura de algún sector "ortodoxo" en materia doctrinal que, sin embargo, se ha enfrentado de forma visceral a la celebración del Rito Extraordinario. Realmente, no entiendo y menos aún comparto la postura de los que desechan, desprecian (!!) o minusvaloran la liturgia tradicional. Todo ello, creo, no puede nacer sino desde el desconocimiento y de la falta de análisis de la situación actual.

Por poner un ejemplo concreto y muy fácil de entender: el uso del latín. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II, el Sacrosantum Concilium, establecía expresamente que "se conservará el uso de la lengua latina", disponiendo para las lenguas vernáculas "una mayor cabida", pero nunca su imposición absoluta, como ocurre hoy en día. Otra cuestión es la música sagrada. Se dice expresamente por el Concilio, respecto de la música gregoriana, que es la propia "de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por lo tanto, se le debe otorgar el primer lugar en las acciones litúrgicas". Cualquiera puede ver que la desobediencia al Concilio en esta materia es flagrante e inadmisible.

Adicionalmente, la sacralidad y piedad del sacerdote en el trato con la Forma Consagrada, la dignidad de los ornamentos litúrgicos o la fidelidad a los textos del Misal son elementos que se muestran hoy en clara contradicción con la tradición, de la que se pueden aprender muchos ejemplos de piedad y devoción eucarísticas.

La reforma litúrgica era una necesidad compartida por casi todo el mundo antes del Concilio, pero desde luego lo que vino después no se puede llamar reforma sino revolución (y traidor a los fines), de modo que la liturgia, don divino por definición, se ha trocado en muchos casos en creación humana, en asamblea de fieles, olvidando en muchos casos el elemento de sacrificio real e incruento de la Muerte de Cristo. Es decir, nos desapegamos de la Última Cena y se ha fundado la iglesia de los hombres, en la que la desunión está servida.

En conclusión, me baso en mi propia experiencia personal: gracias a Dios he vivido desde pequeño una liturgia fiel al Concilio y a la tradición, en continuidad con Trento, con los primeros cristianos, con Cristo y con el siglo XX. Pero en la Iglesia hay miles o millones de fieles cristianos cuya única formación litúrgica han sido los rescoldos de los años de rebelión y apostasía. Misas sin el elemento del sacrificio, misas sin elemento sagrado, pura comunidad y nada de relación tú a Tú con Dios presente de forma real en la Forma Sagrada. Por eso, me atrevo a decir que con la re-introducción del Rito Extraordinario los fieles cristianos del siglo XXI tenemos una magnífica oportunidad de comprender mejor el Rito Ordinario. Podemos vivir la liturgia que vivieron grandes santos de la talla de San Juan de la Cruz, Santo Tomás, Santa Teresa de Ávila o Santa Teresa del Niño Jesús, San Ignacio de Loyola y tantos otros; la liturgia que llevó al ignorante Santo Cura de Ars a empaparse de la sabiduría divina en su relación con la Eucaristía y ante el Sagrario.

Con el Rito Extraordinario, al Rito Ordinario le será más fácil situarse en el momento actual uniendo en comunidad a toda la Iglesia, la militante y la triunfante, en el mensaje de Jesús, a través del mayor acto de Amor que el mundo haya vivido en toda su historia, que volverá a hacerse más patente en toda su magnitud de Sacrificio redentor y de acto liberador. Así, la liturgia tradicional son nuestros mayores que nos legan el testigo de toda una historia para que nos enriquezcamos con una herencia que parece perdida. El Rito Extraordinario, al que seguiré yendo de vez en cuando, puede corregir los desmanes que se han cometido sobre el Novus Ordo Missae y contribuirá, a buen seguro, a revitalizar la fe de la Iglesia.

23 enero 2010

Con permiso, sobre la liturgia de la Santa Misa (I)


He dudado mucho en si dedicar una entrada de este blog a la cuestión litúrgica en la Iglesia. En primer lugar porque mi formación en este aspecto no pasa de básica. Tal vez sea superior a la media (por lo general, en España se enseña poco o nada sobre la naturaleza de la liturgia, ni en las catequesis ni en otros medios de formación). Quiero dejar esto claro para no pontificar. Nada más lejos de mi intención. En segundo lugar, porque se ha hablado demasiado y a menudo desde posiciones que más parecen trinchera y defensa a ultranza de sensibilidades personales que otra cosa.

Aunque la idea me rondaba desde que el Papa Benedicto XVI publicó el Motu Proprio Summorum Pontificum autorizando la libre celebración de la liturgia de la Santa Misa tradicional (es decir, según los libros anteriores al Concilio Vaticano II) si al final me he decidido es al leer diversas opiniones y noticias hace unas semanas: sobre el concepto de tradicionalismo: blog The Wanderer; Lo que sucedió en Évreux (Francia); Y, en fin, numerosas noticias y opiniones que abundan en la red sobre la cuestión. Pero para opinar sobre el tema debo mezclar algunos datos personales que explican mi posición.

Por diversas circunstancias, desde muy pequeño desarrollé cierta sensibilidad litúrgica. Recuerdo el bautismo de uno de mis primos, cuando yo debía tener unos cinco ó seis años. Fue en una parroquia de Madrid y la celebración un esperpento de cánticos, discursos del sacerdote, guitarras y poco que se pareciera a una Misa (ni siquiera a "la de la parroquia" de al lado de mi casa). Mis hermanos -soy el mayor- y yo nos pasamos años riéndonos de aquellos cantos. Eso es la anécdota. Lo cierto es que en mi progresiva comprensión del mundo fui pensando que había dos tipos de Misa: la del cole y la de la parroquia. Comparaba por ejemplo el Cáliz. De metal uno, de barro el otro. Me llamaba mucho la atención el uso del manutergio, con el que se agarraba, por ejemplo, el Copón, para no tocarlo con nuestras manos. Luego estaba la bandeja para comulgar, de modo que ni una partícula de Jesús en la Eucaristía se cayera al suelo. Un día me fijé en que los sacerdotes del cole, después de tocar a Jesús en la Consagración, juntaban pulgar e índice y ya no los despegaban hasta que se lavaban con agua. Se arrodillaban pausadamente ante Jesús, después de que una campanilla me anunciara que Dios se estaba haciendo presente. Desde ese momento, ya no había que mirar a la cara del cura, no por nada, sino porque delante de él, encima del Altar estaba de verdad Jesús. Otros detalles eran, por ejemplo, el velo que cubría el sagrario. Cuando no era verde, preguntaba que qué "fiesta" era y aprendí que cuando estuviera rojo, se recordaba a alguien que dio su Vida por Jesús.

A la parroquia iba con mis padres y para ellos la liturgia de allí no era nada especial, aunque yo veía muchas cosas distintas. Un domingo de Resurección, con ocho o nueve años, ayudé a Misa en la parroquia. A partir de ese día empecé a ser el monaguillo de la misa de tarde de los domingos. Me llevaba muy bien con el sacerdote, don Pedro, de unos cincuenta años, que vestía "de calle", lo cual era un escándalo para mí, pero  lo mantuve callado hasta que un día, en mi inocencia de niño, le dije que si era cura, no entendía por qué no llevaba sotana. Se lo tomó muy bien, y me enseñó fotos de una celebración con el Obispo en el que sí llevaba alzacuellos. Pero no recuerdo que me diera mayores explicaciones. Así estuve unos dos años, siendo el monaguillo de la parroquia y ahí me dí más cuenta todavía de la diferencia que había entre ayudar a Misa como lo hacía siempre con don Pedro a cómo era en el colegio y en el de mis hermanas. La diferencia estaba en múltiples detalles, que yo veía en uno y otro lado. Y realmente me conmovía la forma y el respeto en que se vivía en el colegio. Se veía que Dios estaba muy presente y se le trataba de conformidad con su presencia real. En la parroquia, sin embargo, en Misa de 12 se cantaban canciones con la guitarra que aún recuerdo. Especialmente una que se cantaba en valenciano: "l'esperiiit del Senyooor vindrà a nosaltres, no tingueu por d'obrir de bat a bat, el vostre cor al seu Amor." Con nueve años hice la Comunión y yo ya sabía perfectamente que una y otra eran la misma Misa, pero los detalles eran tantos y tan diferentes que parecían distintas. Debo decir que lo mismo ocurría en la comparación entre la Misa de mi colegio o el de mis hermanas con el de la mayoría de las parroquias a las que, por uno u otro motivo, asistía. Y no era sólo el tema de la Casulla, del uso del manutergio, de la campanilla o de la cruz sobre el Altar, pues hubo una cosa que, andando el tiempo, situé en el origen de todo ese totum revolutum: en el cole, el sacerdote miraba siempre y con mucho detenimiento el Misal y me enseñó la existencia y el significado de las rúbricas. Sólo apartaba los ojos del Misal para mirar a Dios en la Eucaristía, para cerrar los ojos en oración o para mirar no por mucho tiempo al "pueblo". En cambio, veía en la parroquia que el sacerdote, sobretodo, miraba a la gente. Yo estaba -y estoy- seguro de que don Pedro era un buen sacerdote, que amaba a Jesús y a la Iglesia. Pero es de justicia reconocer que aprendí más sobre la fe y me impulsaba más a querer adorar a Dios y ser santo al ver la liturgia "del cole". Ni que decir tiene que ambas liturgias eran en castellano, según el Novus Ordo Missae y de cara al pueblo.

Lo siguiente fue unos pocos años después, ya en Madrid. Por otras circunstancias que no vienen al caso tuve la suerte de poder ir durante unos tres o cuatro años a Misa todos los días a un pequeño oratorio en el que, por espacio, el Altar estaba mirando al Sagrario. Cuando ya llevaba yendo un tiempo, la Misa empezó a ser latín y aprendí a manejar con soltura el Misal. Ello me enseñó, no sólo a comprender mejor la Santa Misa, a leer todo lo que en Ella se decía sino precisamente por eso, a distraerme muchísimo menos. En definitiva, a que el ir a Misa fuera realmente enriquecedor. Era Igualica que siempre, Novus Ordo, las mismas rúbricas y oraciones, pero en latín, el cura mirando al sagrario, el mismo cuidado y detalles que he descrito antes para la Misa del cole. Ni que decir tiene tampoco que las diferencias entre ir a Misa allí o a muchas de las parroquias de Madrid estaban en esos múltiples detalles que hacían, de una misma cosa, algo totalmente distinto, sin contar cuántas veces he asistido después a alguna iglesia sin reclinatorios, el sagrario escondido o en un lugar aparte.

El siguiente salto nos sitúa en el momento actual, desde hace unos cinco años. Fue cuando empecé a leer en libros, en prensa o internet la controversia entre defensores y detractores de la liturgia tradicional y de la "nueva". Me llamó la atención, por ejemplo, estas palabras del Papa Benedicto XVI en relación al Novus Ordo y la prohibición del misal antiguo:
"comportó una ruptura en la historia de la liturgia cuyas consecuencias sólo podían ser trágicas"
Empecé a formarme un poco mejor sobre la liturgia, y a dar forma a una sensibilidad litúrgica que me venía de chaval. Comprendí muchas cosas, como que la liturgia es fundamentalmente un don de Dios y que, en la sacralidad de la liturgia la Iglesia se une a su Esposo. Por tanto, la desacralización de la liturgia, la improvisación o el mayor protagonismo del sacerdote en la celebración no pueden más que romper la unidad de la Iglesia, no sólo en el presente o con respecto al pasado, sino en cierta medida también con Dios.

Ello no me lleva todavía al punto al que quiero llegar: la actual convivencia entre Rito Ordinario y Extraordinario de la Santa Misa, pero dada la longitud que ya ha adquirido esta entrada dejaré el resto para mañana o el lunes.

21 enero 2010

Extremismo

En los últimos días hemos oído al PP decir que no va a eliminar ese instrumento de control masivo contra las conciencias de la juventud que es Educación para la Ciudadanía (EpC). Hay gente que se siente engañada, porque ello iba (dicen) en su programa. Bien, el otro día escuché el audio de Rajoy en campaña y lo que dijo fue que no quería EpC como asignatura "específica" (sic), lo cual deja margen para una EpC "no específica". De hecho, lo que proponen ahora es una EpC transversal, incluida en materias como filosofía. En todo caso, ahí tenemos zapaterismo en versión light, sea engañando o cumpliendo lo dicho.

Luego ha estado el tema del aborto. Día sí, día también, los dirigentes populares, advierten de que el debate no es "aborto sí" contra "aborto no". Lo mismo pasó con las uniones gay: "no estamos en contra, sino del nombre".

El brazo "civil" del PP, o los que, en el mejor de los casos pretenden ser el Pepito Grillo del partido, nos han venido recientemente con un referendum que, efectivamente, no plantea "aborto sí" contra "aborto no", sino "aborto de ZP no" contra "aborto de Felipe González y del PP sí".

Y los votos, que en principio es lo que "cuenta" (en fin), fijos en el inmovilismo más absoluto, añadidos cual lapa inseparable a su vergugo mediante el potente adhesivo llamado mal menor.

Y es que se ha implantado entre nosotros una ideología extrema y utópica que infecta y asfixia lo sano que aún le queda a este-nuestro-país. Es el extremismo del mal menor. Los hooligans del "hay que echar a ZP como sea" que, poco cristianamente, odian a la persona y no tanto a su política. Por eso, son capaces de pasar por alto a Rajoy, que ya adelanta que, de gobernar, no alterará lo sustancial de estos ocho años desastrosos y perpetuarán lo realizado por él. Lo cristiano es odiar la política de ZP y perdonar a la persona, esperando su conversión. Ello implica, por coherencia, abandonar ese extremismo que votará siempre al mal menor, que clamará al cielo y votará al que proponga matar a "sólo" 999 personas, frente aquel ZP de turno que plantee matar a 1.000.

Y es que, lo quieran o no, el sistema está montado como una corrida de rejones (y que me perdone este arte tan digno), en el que la derecha es el toro y la izquierda el rejoneador. El uno, muy toro, muy bravo a veces. Enseña los cuernos y a veces embiste, pero no hará más que el ridículo persiguiendo y persiguiendo al jinete que le baila en los morros. La iniciativa y la cabeza es del rejoneador -la izquierda- y el toro -la derecha- una pieza clave pero subordinada. Quizá le pille alguna vez, pero acabará muerto. Y si no llega a pillar, quizás hasta se le indulte, pero es fuera, no dentro, donde se le tome en serio.

Pd.: Ojo, que lo dicho respecto de los rejones es puramente a efectos ilustrativos que vienen al pelo.




11 enero 2010

¡Vivan las caenas!


Ayer por la tarde tuve que recorrer Madrid en coche de una punta a la otra. Había pensado tomármelo con calma cuando me di cuenta de la que estaba cayendo. Estaba nevando fuerte y la calle ya estaba recubierta de un manto blanco, bonito de lejos, al tiempo que amenazaba mi inminente viaje. Salí antes de la hora prevista, no fuera que más tarde hubiese problemas. Algunos hubo: un semáforo de Alberto Aguilera me obligó a frenar un poco más brusco y el coche me patinó unos metros. Nada grave. Los que esperaban el paso de peatones, ataviados con bufandas, paraguas –en este caso paranieves- y toda clase de abrigos debieron flipar ante semejante aterrizaje. Luego fui a tomar la Carretera de Extremadura y yo iba rezando “Acordaos” uno tras otro, mientras la radio anunciaba que en varias carreteras se obligaba al uso de cadenas. ¡Vivan las caenas! –Pensé-.

Este mañana, preparado para ir al trabajo (siempre en transporte público), el panorama era entre cómico y absurdo. Personas hechas y derechas asumiendo la condición de pingüinos para no desayunar hielo. A punto he estado un par de veces de acompañar mi café mañanero con un suplemento de hielo solar (de suelo), pero mi pericia en bailar la jota (o lo que sea el baile que ha evitado que me cayera de bruces) lo ha evitado. ¡Quién tuviera caenas para los zapatos!

Reconozco mi aversión a la nieve. Toda la sangre castellana que me corre por las venas (de las dos Castillas y por las dos ramas familiares) se pliega ante mi querencia al sol, quizás por el hecho biográfico de que nací a orillas del mediterráneo. Por mucho tiempo, la nieve fue un acontecimiento lejano, extraordinario, que alguna vez vimos en Madrid cuando veníamos a pasar las navidades. Fue cuando, ya viviendo en la capital de las Españas, la señora nieve y yo nos conocimos en el día a día (en fin, que nos vemos las caras de tanto en tanto) y la relación se enturbió para siempre.

Por eso hoy, y reconociendo que el argumento lo traigo un poco por lo pelos, me ha venido a la cabeza una reflexión que une el temporal siberiano que tenemos encima y aquel grito ultramontano, españolísimo y necesario que ante la Pepa –otra señora que se las trae- se alzó: ¡Vivan las caenas! Y es que resulta que a nuestro mundo, a nuestra sociedad y a nuestra España le han robado lo que le da vida y la calienta: Dios. Si en algunas religiones paganas el dios sol era el principal sería por alguna verdad intuida. Porque en efecto, sin Dios, la vida es como una tierra sin sol. Así, el mundo se puede recubrir de un manto supuestamente blanco, ligero, bonito que, precisamente por serlo, contiene la nada en sí misma. La nieve que recubre la sociedad post-moderna que nos ha tocado en suerte vivir, no es otra cosa que el relativismo que hiela el alma del mundo y causa el caos que experimenta ahora todo el hemisferio norte de este nuestro planeta. El agua, tan necesaria, se pudre sin sol y se congela sin calor, donde no surge la vida. Han quitado a Dios y se han alegrado con los primeros copos de libertad, igualdad y fraternidad. Los han visto posarse en nuestras calles, en nuestra política, y los adultos se han convertido en chavales sin cole que juegan y viven ajenos al carajal que se ha montado. La sal que nos pedía Cristo que fuéramos, además de para potenciar lo bueno en el mundo, fue para deshelar los corazones, para que pudiéramos andar y crecer en la justicia y en la fe. Las caenas que permiten pisar en firme son aquellos principios inmutables y fuertes que nos permitirán pasar por encima del hielo resbaladizo y acercarnos a Dios. Hasta que Él mismo nos libere y nos permita, con su Gracia y Luz, pisar libres y permanecer en la verdad. ¡Vivan las caenas!

04 enero 2010

¿someterían a referendum la vida de sus hijos?


Recordemos: Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis:
"el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables."
Ahora vamos a ver cuál es la última ocurrencia de los de HazteOir:
"¡Zapatero, queremos un referéndum!"
Ya me he manifestado en otras ocasiones sobre lo que considero errores de base del movimiento pro-vida, o al menos de sus caras más visibles. Sé que hay gente de muy buena fe en estas organizaciones pero, como dijo aquél: amicus Plato, sed magis amica veritas. Así que lo diré claro: ¡no, no y no! Si la vida, como dicen el Papa y el sentido común, es una cuestión no negociable, pretender un referéndum es toda una canallada.

Porque digo yo:
  1. Si pierde, ¿qué argumentos les quedará a los convocantes? (a mí no me cabe duda de que la cultura pro-muerte saldrá enormemente reforzada).
  2. ¿Por qué tan pocos esfuerzos en decir, alto y claro, que ni ésta ni ninguna ley que permita el aborto?
  3. Ésta se la robo a museros: ¿qué parte de la expresión "Principio No Negociable" no han entendido?
  4. ¿Para cuándo el fin de la idolatría pagana a la diosa democracia? ¿no estábamos de acuerdo en que la verdadera democracia ha de partir de unos principios pre-democráticos? ¿A qué estamos jugando?
  5. ¿No se dan cuenta de que someter a juicio popular la vida de millones de inocentes guarda extraño paralelismo con el juicio entre Cristo y Barrabás? ¿desde cuándo nos cae simpático Poncio Pilatos?
  6. ¿Dejarían someter a referéndum la vida de cualquiera de sus hijos ya nacidos?
Y así podríamos seguir y seguir.

02 enero 2010

Ser libre en 2010


San Josemaría Escrivá de Balaguer, cuando comenzaba un nuevo año, siempre enseñaba que lo de la "vida nueva" no debía ser tanto así como "lucha nueva". En efecto, el año nuevo no supone que las cosas sean radicalmente distintas. De cómo somos antes de las 12 uvas a cómo somos tras brindar con cava o sidra (o lo que se tercie) únicamente median unos segundos. Nada trascendental ha ocurrido, pero sí que resulta un momento propicio para, con motivo del convencionalismo que supone dar comienzo a un nuevo año civil, renovarse o convertir los 365 días que seguirán en un nuevo impulso en el crecimiento personal. La vida es la misma, las circunstancias suelen ser las mismas, con mayores o menores obstáculos o facilidades, pero vida sólo hay una. Ni siquiera desde el punto de vista de la conversión puede uno ser otro distinto. Únicamente con la lucha constante (tanto más cuanto mayor sea el desvío de nuestra vida) por convertirse puede uno liberarse de las ataduras del pecado o del vicio y manejar en un nuevo impulso el rumbo de la vida. Así, la conversión real consiste en un largo camino de luchas y caídas tras el cual, y sólo después de recorrerlo, uno puede contemplar aquel momento pasado en que decidió luchar de veras como el de la "conversión". Por eso, más que vida nueva, deberíamos decir, con San Josemaría, "año nuevo, lucha nueva".

En este blog, creemos (sin que el mayestático pretenda cosa alguna, más que capricho estético) en esa visión, así que vamos a dar un impulso en nuestra carrera de fondo por ser libres hoy (nunc, hodie). Como sabemos que la libertad verdadera sólo se consigue con sociedades y personas libres y como quiera que la raíz profunda de la libertad está en la verdad y en la virtud, voy a introducir en la lista de enlaces dos pequeñas aportaciones que nos ayuden a asir mejor la verdad; a profundizar en su conocimiento y comprensión, siempre en conexión íntima con la realidad y la actualidad más inmediata, desde la tradición.

Estos son:
Es una fundación que produce y difunde obras católicas. Fue constituida en 1988, en Pamplona, entre otros, por el Padre José María Iraburu. De su web se pueden descargar todo tipo de artículos y obras católicas muy recomendables. La descubrí hace tiempo, creo recordar que a través del FSTM, y para mí fue un gran hallazgo. Mi primera lectura fue "liberalismo y apostasía" del filósofo argentino Alberto Canturelli. De mis lecturas sobre el liberalismo me había quedado intranquilo, aunque estaba bien encaminado. Había leído el enfoque austriaco. Había escuchado y leído a Don Antonio Garrigues Walker. Y había leído a Donoso Cortés o a Vázquez de Mella. De todo ello, tenía algunas preguntas sin respuesta. Objeciones o dudas. Pues bien, con la lectura de "liberalismo y apostasía" se despejaron todas y las que no tenía. Para lo que es (no llega a las 30 páginas), fue una lección magistral de claridad, sabiduría, profundidad y ponderación. Especialmente, llama la atención la coherencia de su análisis, cómo se enraíza en lo más profundo de la persona y cómo alcanza la verdad de las cosas con filosofía, tradición y sentido común.  Realmente, agradezco su descubrimiento y a su lectura os invito, aunque puede que le dedique algún día una entrada ad hoc.
Es, según dicen los propios administradores, un foro para "católicos con vocación política". Es un lugar donde enriquecerse constantemente, para que le peguen a uno de vez en cuando una buena lección y salga escaldado. Dicho así parece lo contrario a una recomendación pero lo cierto es que, aparte de reírse uno, informarse y contrastar opiniones, es una fuente riquísima de aprendizaje, pues algunos de sus participantes son verdaderos sabios. Lo conocí hace ya unos años googleando y lo cierto es que, además de empujarme a una más intensa formación, me rompió varios esquemas erróneos que tenía. Ciertamente, les debo mucho.