26 enero 2013

Las meteduras de pata... o cuando la "liamos parda"


Sucede que te levantas y quieres creer que todo fue un sueño; te desperezas con la esperanza de que todo esté en orden, pero la resaca de sentimientos corroe la conciencia y te acuerdas de la que has liado. A veces esa “resaca” es cosa de un momento, un renacer de la conciencia a la realidad y se traduce en un abismo que se abre entre ti y el entorno, y se das cuenta de tu pequeñez. Puede haber sido por el mal que has hecho a un amigo, a un familiar, a uno mismo; una terrible equivocación, una consecuencia desastrosa no bien calculada, una injusticia… en todos los casos, la memoria y la conciencia irrumpen de pronto haciéndonoslo saber: no solo has metido la pata, la has cagado, la has liado, y mucho. Y piensas, como en la canción ¿Qué ** estaría yo pensando?
Oh it's so embarrasing
I'm this awkward and uncomfortable thing,
and I'm running out of places to hide



Quizás nunca como en esos momentos somos más humanos. Y por humano debe entenderse en toda su crudeza o sencillez la condición de criatura que, como tal, es limitada, pequeña… ridícula. La desesperación no es más que un quijotismo mal entendido en que nos vemos caballeros o damas impolutos sin mancha. Los horrores y errores son para los demás. Pero ¡ay! Que a todos nos llega el día de la humillación. Y bendita sea porque sobre ella se han cimentado las más altas cotas de grandeza.

Cagarla, además, tiene un punto de diversión, si se mira con el prisma correcto. En el peor de los casos, impone una gran aventura, que es la penitencia.



Ser un Judas hoy, es sinónimo de falso, pero un Judas debería ser alguien que no se arrepiente. O quien se desespera. Judas sería hoy un gran santo si se hubiera arrepentido después de traicionar a Jesús.

Por eso, soy fan del arrepentimiento. Cada vez más. Y confieso mi debilidad ante las grandes meteduras de pata. Y más ante los que no paran de cagarla y siempre se ríen –y lloran- y tiran para adelante arreglando su desastre. Tal vez la vida no es más que un arreglar entuertos, los de uno mismo y, si puede, los de su alrededor. Lejos de ser triste, es la vida más maravillosa que puede haber, porque es cómica y real y permite la redención final.

Creo que todos, antes o después, llegamos a ese punto de resaca del que hablaba al principio. El fracaso, con humildad, es reformador. Pero los hay que se han inventado una historia cuyo hilo argumental navega entre la negación del mal o del arrepentimiento. En ambos casos ese negacionismo inhumano, que es verdaderamente triste, convierte la vida en una quimera desesperante. Por eso, una vida tan humana, tan desastrosa y a la vez tan brillante como la de Édith Piaf no deja de maravillarme porque parece siempre tan cerca de la redención a la que conduce el sufrimiento y al mismo tiempo no la alcanza.



Imagino un final en que elle se regrette de tout, avec l’espoir de Dieu y en que verdaderamente, esa vida del que commence avec toi sea verdaderamente la de Él.

Pero en fin, si hay una vida que me inspira cercanía y compasión, más cercana a la redención como la entiendo sea la de un genio entre los genios como Johnny Cash, cuya vida, por sobradamente conocida, no hace falta señalar.



Y con él cierro esta entrada, para recordarla en el éxito y en el fracaso porque, en última instancia, no es a nosotros a quien corresponde la gloria, sino a Él.