Lo hasta ahora expuesto, extraído de dos discursos de Vázquez de Mella entre 1914 y 1915, es también, en cierta forma un argumento de autoridad, pues carlistas, tradicionalistas y españoles todos hemos de tener en gran estima lo que opinara tamaño intelectual. Pero es que además, llevamos en la sangre como españoles, que el sitio natural de las Españas no es otro que el de completar un programa de Hispanidad, que pasa por lograr la unidad nacional en suelo patrio y con aquellos pueblos que han nacido entre nuestros brazos.
Son miras altas, pero no se arredraba el paisano (con perdón) de Don Pelayo, sino que animaba: "Propugnemos este ideal, defendámoslo todos, hablemos también nosotros de una España irredenta" y confesaba "quiero sumergirme, por decirlo así, en el espíritu nacional de mi Patria; siento que soy una gota de una onda de ese río, siento la solidaridad, no sólo con los que son, sino con los que fueron, y por eso la siento con los que vendrán (...). (V)eo aquella Reconquista que se va formando con hilos de sangre que salen de las montañas y de las grutas de los eremitas, que van creciendo hasta formar arroyos y remansos, y veo crecer en sus márgenes los consejos, y las behetrías, y los gremios, y los señoríos, y las Cortes, y a los monjes, a los religiosos, a los cruzados, a los pecheros, a los infanzones, a los solariegos, enlazados por los Fueros, los Usatjes (sic), los Códigos, los Poemas, y los Romanceros; descendiendo hacia la Vega de Granada en un ocaso de gloria, para ver allí el alborear de un Nuevo Mundo, con las conquistas de América y del Pacífico; y entonces pasan ante mi fantasía Colón y Elcano, Magallanes y Cortés; los conquistadores, los navegantes y los aventureros; y, a medida que el sol se levanta, mi alma arrebatada quiere vivir y sentir y admirar a políticos como Cisneros y como Felipe II; a estadistas y caudillos, como Carlos V y Juan de Austria; y, por un impulso de la sangre, quiero ser soldado de los Tercios del Duque de Alba, de Recasens y de Farnesio, y quiero que recreen mis oídos los períodos solemnes de fray Luis de Granada y las estrofas que brotan de la lira de Lope y de Calderón, y que me traiga relatos de Lepanto aquel Manco, a quien quedó una mano todavía para cincelar sobre la naturaleza humana a Don Quijote; y quiero ver pasar ante mis ojos los embajadores de los Parlamentos de Sicilia y de Munster, que se llaman Quevedo y Saavedra Fajardo; y ver la caída de Flandes a través de Las Lanzas de Velázquez, y quiero sentarme en la cátedra de Vitoria para ver cómo el pensamiento teológico de mi raza brilla en aquella frente soberana, y quiero verle llamear en la mente de Vives, sembrador de sistemas, y en la de Suárez ascender hasta las cumbres de la metafísica; quiero más: quiero que infunda aliento en mi corazón y le caldeen las llamas místicas que brotan en lo más excelso del espíritu español con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, y quiero ver a los penitentes varoniles y desgarrados en los cuadros terribles de Ribera, quiero, en fin, embriagarme de gloria española, sentir en mí el espíritu de la Madre España, porque, cuando se disipe el sueño, cuando se desvanezca el éxtasis y tenga que venir a la realidad presente, ¿qué importa que sólo sea recuerdo del pasado lo que he contemplado y sentido? Siempre habrá traído ardor al corazón y fuego a la palabra para comunicarle al corazón de mis hermanos y decirles que es necesario que se encienda más su patriotismo cuando más vacile la Patria"*.
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* Parte final del discurso que D. Juan Vázquez de Mella pronunció en el Teatro de la Zarzuela el 31 de mayo de 1915.
Textos extraídos del tomo dedicado al escritor, político y filósofo tradicionalista, de la serie "Textos de Doctrina Política", de la Dirección General de Información, Publicaciones españolas, Madrid 1953 (estudio preliminar, selección y notas de D. Rafael Gambra Ciudad), extraídos, a su vez, de las "Obras Completas del Excmo. Sr. Don Juan Vázquez de Mella y Fanjul" editadas por la "Junta del Homenaje", según consta en el libro que obra en mis manos.