22 julio 2011

La política exterior española según Vázquez de Mella (Addendum): España

Lo hasta ahora expuesto, extraído de dos discursos de Vázquez de Mella entre 1914 y 1915, es también, en cierta forma un argumento de autoridad, pues carlistas, tradicionalistas y españoles todos hemos de tener en gran estima lo que opinara tamaño intelectual. Pero es que además, llevamos en la sangre como españoles, que el sitio natural de las Españas no es otro que el de completar un programa de Hispanidad, que pasa por lograr la unidad nacional en suelo patrio y con aquellos pueblos que han nacido entre nuestros brazos.

Son miras altas, pero no se arredraba el paisano (con perdón) de Don Pelayo, sino que animaba: "Propugnemos este ideal, defendámoslo todos, hablemos también nosotros de una España irredenta" y confesaba "quiero sumergirme, por decirlo así, en el espíritu nacional de mi Patria; siento que soy una gota de una onda de ese río, siento la solidaridad, no sólo con los que son, sino con los que fueron, y por eso la siento con los que vendrán (...). (V)eo  aquella Reconquista que se va formando con hilos de sangre que salen de las montañas y de las grutas de los eremitas, que van creciendo hasta formar arroyos y remansos, y veo crecer en sus márgenes los consejos, y las behetrías, y los gremios, y los señoríos, y las Cortes, y a los monjes, a los religiosos, a los cruzados, a los pecheros, a los infanzones, a los solariegos, enlazados por los Fueros, los Usatjes (sic), los Códigos, los Poemas, y los Romanceros; descendiendo hacia la Vega de Granada en un ocaso de gloria, para ver allí el alborear de un Nuevo Mundo, con las conquistas de América y del Pacífico; y entonces pasan ante mi fantasía Colón y Elcano, Magallanes y Cortés; los conquistadores, los navegantes y los aventureros; y, a medida que el sol se levanta, mi alma arrebatada quiere vivir y sentir y admirar a políticos como Cisneros y como Felipe II; a estadistas y caudillos, como Carlos V y Juan de Austria; y, por un impulso de la sangre, quiero ser soldado de los Tercios del Duque de Alba, de Recasens y de Farnesio, y quiero que recreen mis oídos los períodos solemnes de fray Luis de Granada y las estrofas que brotan de la lira de Lope y de Calderón, y que me traiga relatos de Lepanto aquel Manco, a quien quedó una mano todavía para cincelar sobre la naturaleza humana a Don Quijote; y quiero ver pasar ante mis ojos los embajadores de los Parlamentos de Sicilia y de Munster, que se llaman Quevedo y Saavedra Fajardo; y ver la caída de Flandes a través de Las Lanzas de Velázquez, y quiero sentarme en la cátedra de Vitoria para ver cómo el pensamiento teológico de mi raza brilla en aquella frente soberana, y quiero verle llamear en la mente de Vives, sembrador de sistemas, y en la de Suárez ascender hasta las cumbres de la metafísica; quiero más: quiero que infunda aliento en mi corazón y le caldeen las llamas místicas que brotan en lo más excelso del espíritu español con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, y quiero ver a los penitentes varoniles y desgarrados en los cuadros terribles de Ribera, quiero, en fin, embriagarme de gloria española, sentir en mí el espíritu de la Madre España, porque, cuando se disipe el sueño, cuando se desvanezca el éxtasis y tenga que venir a la realidad presente, ¿qué importa que sólo sea recuerdo del pasado lo que he contemplado y sentido? Siempre habrá traído ardor al corazón y fuego a la palabra para comunicarle al corazón de mis hermanos y decirles que es necesario que se encienda más su patriotismo cuando más vacile la Patria"*.

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* Parte final del discurso que D. Juan Vázquez de Mella pronunció en el Teatro de la Zarzuela el 31 de mayo de 1915.

Textos extraídos del tomo dedicado al escritor, político y filósofo tradicionalista, de la serie "Textos de Doctrina Política", de la Dirección General de Información, Publicaciones españolas, Madrid 1953 (estudio preliminar, selección y notas de D. Rafael Gambra Ciudad), extraídos, a su vez, de las "Obras Completas del Excmo. Sr. Don Juan Vázquez de Mella y Fanjul" editadas por la "Junta del Homenaje", según consta en el libro que obra en mis manos.

21 julio 2011

La política exterior española según Vázquez de Mella (III): la Hispanidad

Los Tlaxcaltecas vieron en los españoles a sus libertadores
Del mismo modo que cuando en 1492 los españoles culminamos la empresa de la Reconquista no vimos en el mar sino la puerta para llevar la Evangelización más allá de nuestras fronteras naturales, así Vázquez de Mella entendió el "requerimiento a los pueblos americanos" como una consecuencia de la unidad geográfica de España. Y es que para él, "la cordillera Cantábrica es un brazo de España, y termina en Galicia su mano, y tiene un índice, Finisterre, que, con la sombra temblorosa que proyecta en el mar, está señalando a América"*. 

Su propuesta venía muy clara, con un mensaje fácil de entender que no pretendía poner sobre la mesa una forma política concreta sino el referente inmediato de su objetivo: "formemos los Estados Unidos españoles de América del Sur, para contrapesar los Estados Unidos sajones del Norte."

Pero en fin, de forma más profunda e íntima que una mera confederación en sentido moderno, su visión entroncaba con lo más auténtico del concepto de Hispanidad pues "cuando hablamos de cuestiones internacionales, no debemos apartar nunca de nuestra mente y de nuestro corazón a América". Así, impelía al político "verdaderamente español" a que se dirigiese a todos los pueblos americanos y les dijese: "os hemos dado nuestra fe, os hemos dado nuestras costumbres, porque nosotros os hemos llevado hasta el Gobierno representativo y hemos celebrado las primeras Cortes del Nuevo Mundo. Nosotros os hemos dado aquel Municipio Glorioso de las Ordenanzas seculares de Alonso de Cárdenas, que sirvieron, en el siglo XVIII, de base al de los Estados Unidos y del cual nosotros sacábamos la copia, sin saber que el original lo teníamos en la propia casa; nosotros os hemos dado las leyes inmortales de Indias que no había dado jamás ningún pueblo; aquellas leyes en las cuales, en todos los litigios, se prefería al indigena sobre el peninsular, y que establecieron en el siglo XVI la jornada de ocho horas para los indios mejicanos; nosotros hemos cubierto en poco más de un siglo, desde la época del descubrimiento, de Universidades y de escuelas el Continente americano, en tal forma, que su catálogo, todavía incompleto, produce verdadero asombro; nosotros os hemos dado nuestro carácter con sus virtudes y sus defectos, y la sangre española que corrió durante siglos y siglos, despoblando el patrio solar; y, por manos de apóstoles y de héroes, hemos arrancado del tronco peninsular ramas frondosas y las hemos insertado en las razas indígenas, a las que hemos sellado con el sello indeleble de nuestra civilización, de tal manera, que si un cataclismo geológico hundiera parte del Continente americano, no podrían las olas cubrir la Cruz de nuestros misioneros, ni el murmullo de esas olas apagar las estrofas de nuestra lengua, y todavía andarían errantes sobre ellas las sombras de Hernán Cortés y de Balboa, para decir a los supervivientes que, en la hora en que la madre Patria disminuye de vida, tienen ellos la obligación de devolvernos algo de lo que les dimos y de fundir su vida con la nuestra para formar un imperio espiritual que sea todavía más ilustre y más grande que nuestro antiguo Imperio" **.

Y volvía al principio, pues de nada serviría la llamada, ya que "ellos (los pueblos de Hispanoamérica) no podrán ver bien, si sobre la frente de España está proyectada la sombra de servidumbre que lanza la bandera de Inglaterra izada en Gibraltar" **

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* Discurso en el Congreso de los Diputados, 28 de mayo de 1914
** Discurso en el Teatro de la Zarzuela, 31 de mayo de 1915

Los dogmas nacionales: la soberanía en el Estrecho, la unión con Portugal, y la Hispanidad.

19 julio 2011

La política exterior española según Vázquez de Mella (II): Portugal

Si en la anterior entrada Vázquez de Mella situaba como espina clavada de todos los españoles, la infame situación que padecemos con la pérdida ilegítima de soberanía sobre el Estrecho de Gibraltar era, además de las razones de justicia, por las razones que hacen necesaria la autonomía geográfica de España y, para completarla, "es necesaria la unión con Portugal. ¿En qué forma y de qué manera? La conquista, jamás; la absorción, nunca; una federación. Si nosotros llegásemos a dominar en el Estrecho, si ejerciésemos en él la soberanía (...) la unidad geográfica de España exigiría una unidad de política internacional (...), sería necesario un órgano, y ese órgano sería una federación, o bien en forma de monarquía dual, o bien en forma de Imperio, con una Monarquía en lo internacional subordinada. Se dice: ¿es que entonces estableceríamos una dominación indirecta sobre Portugal? No; estableceríamos una federación"*

Y es que, citando a Olivera Martíns en su Historia de Portugal, "quien pise Portugal y España, observará ciertamente, o no tiene ojos, una afinidad innegable de aspecto y de carácter, un parentesco evidente entre los pueblos de los dos lados del Miño (...). Si esos hombres no hablasen, nadie distinguiría las dos naciones". Y yo diría aún más, no como cosecha propia sino atreviéndome a sugerir que el propio Mella las haría propias: si el código genético de las Españas vio la luz aquel 8 de mayo del 589, en Toledo, sobre los pilares de la fe católica y la Monarquía que la sustentó; si en la Reconquista los españoles forjaron sus cristianos reinos para que en Felipe II la gloria de sus antepasados reposase al fin en los pilares originarios; entonces, ni España sin Portugal es España, ni Portugal sin España es Portugal.

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Los dogmas nacionales: la soberanía en el Estrecho, la unión con Portugal y la Hispanidad.

18 julio 2011

En el 18 de julio

Hoy es 18 de julio, y por generaciones esta fecha estará ligada a la de 1936. 75 años ha que sucediera el Alzamiento y qué ciertas son aquellas palabras quasi proféticas de D. Francisco Canals, quien ya en mayo de 1966 señalaba que "la fidelidad del 18 de julio no puede ser puesta en duda sin llevar de nuevo al país a un clima de guerra civil". Y a la vista está que el derrumbe moral de España ha propiciado el envalentonamiento de los cobardes que ahora, casi 40 años después de las palabras de Canals, aplican la histeria de la historia para lavar las memorias y los recuerdos de los españoles. Y es que el 18 de julio, en opinión del profesor, fue uno de esos momentos "constituyentes" en la historia de una Nación, pues "La permanente vigencia del 18 de julio implica el mantenimiento, como base inamovible del edificio político español, de la unidad católica que, después del Vaticano II, han insistido Paulo VI y el episcopado español en recomendar."

¡Qué pena cuando, al comentarle a un amigo que me gustaría asistir a la Santa Misa en recuerdo de tan señalada fecha entendiera que me refería a Franco como centro de la atención! Muy pronto hemos olvidado que el 18 de julio la España sana sintió la liberación de deshacerse del yugo genocida y anti-teo, que para la gran mayoría de los católicos aquello no fue sino una cruzada de liberación, como los propios Obispos y el Papa tuvieron a bien reconocer; que no fue solo un levantamiento militar, sino profundamente popular, como tan emocionantemente leemos en "Requetés. De las trincheras al olvido". Y en fin, que ahora podrán decir lo que quieran pero la realidad fue la que fue, y hoy ni usted ni un servidor estaríamos aquí si no fuera por aquellos valientes y generosos españoles que salieron desde el 18 de julio a darlo todo por su Fe y su Patria. 

Dejo, como colofón final de la entrada, un soneto que compuso mi abuelo, incluido dentro de su reciente libro "La Guerra en Cuenca (crónica urgente de la Guerra Civil de 1936)" y que refleja muy bien lo que digo:

II. La violencia preliminar

Los guiaba el instinto iconoclasta y jacobino
del axiomático "Dios no existe" que adoctrina
en el odio a la imagen y su marxismo inclina,
ateo, a ignorar todo lo cercano a lo divino.

Brutal el asalto en mayo al convento paulino (1),
presagiaba la persecución incontrolable;
ciegos, buscaban a Cristo como al gran culpable
el zafio "de buena fe" y el sacrílego asesino.

No separó una línea los dos bandos en duelo,
hecha de alambre de espinos y bunkers hostiles
en sangrienta lucha palmo a palmo por el suelo;

los separó la agresión que se infligió al kerygma,
no los trincherones erizados de fusiles,
porque la religión fue la clave del enigma (2).

[En el libro, las referencias (1) y (2) explican el expolio al Convento de San Pablo en Cuenca, en una jornada de reivindicación socialista en mayo de 1936. Al parecer, los escombros arrojados al Huécar llegaron a orillas de la carretera y allí permanecieron hasta el final de la guerra. Por otro lado, las llamadas de Pío XI en 1931 ("Quadragessimo Anno") y 1937 ("Divini Redemptoris"), contra las agresiones que estaba sufriendo la Iglesia católica en España.]

Por todos aquellos que desde el 18 de julio dieron su vida por Dios y por España, incluyendo a mi tío-abuelo Luis, que escapando del bando republicano, luchó con los nacionales hasta que fue abatido, en las inmediaciones de Madrid, en el ataque por Ciudad Universitaria; por todos ellos, una oración por su alma. 

17 julio 2011

La política exterior española según Vázquez de Mella (I): Gibraltar

Una de las causas de la decadencia española en los últimos dos siglos, producto natural del auge de las ideologías sobre la Nación, es la pérdida en el horizonte de lo que Vázquez de Mella llamó los "dogmas nacionales"; y es que con la ruptura de la unidad espiritual que supusieron los partidos políticos parlamentaristas se perdió también la referencia única en nuestra proyección exterior como Patria. No tener un camino claro ha sido, sin duda, una causa del descarrilamiento.

Los tres dogmas, objetivos, camino o como queráis llamarlo son, y serán siempre que España sea España, el eje sobre el que debe pilotar nuestra política internacional: Gibraltar, Portugal y América. Y es que, para Vázquez Mella, "restaurados nuestro poderío y nuestra Nación, podríamos dirigirnos a los Estados americanos, que hemos amasado con nuestra sangre, a los cuales hemos infundido nuestra civilización, y fundar con ellos un Imperio espiritual, diplomático y mercantil, en pie de igualdad, y volverían a resurgir a la vida de la Patria aquellos dieciocho Estados que hablan nuestra lengua con una confederación tácita; y vendrían a agruparse alrededor de nuestra bandera. Y todo eso, que son los tres ideales de España, los tres objetivos de nuestra política internacional -el dominio del Estrecho, la federación con Portugal y la confederación tácita con los Estados americanos-, ¿quién lo ha negado?, ¿quién lo ha destruido? (...): Inglaterra."*

La cuestión de Gibraltar es una de las cuestiones que aún hoy, si bien ingenuamente, todavía perduran de alguna forma en lo sano del ser español. ¿Quién no habrá gritado, sea en tono jocoso, alguna vez lo de ¡Gibraltar español!? Todavía recuerdo el cabreo que se cogió mi abuelo materno, que hizo el servicio militar en San Roque, cuando un tío mío, de vacaciones hace pocos años, visitó con su familia Gibraltar. Prácticamente como algo personal. Y es que "Nosotros, como decía Floridablanca, tenemos clavada la espina de Gibraltar: pero ¿no es nada más que Gibraltar? Yo sé que un embajador inglés, presentando un plano de Gibraltar, exigió de España (y está concedida esta exigencia) que, trazando una circunferencia, cuyo centro sería el Castillo del Moro, de Gibraltar, abarcase unos quince kilómetros dentro de los cuales España no podría fortificar ni emplazar una batería o el más insignificante fuerte que pudiera amenazar la plaza, sin que Inglaterra lo considerase como casus belli; de modo que no es la plaza y el Peñón de Gibraltar, son trece kilómetros de territorio español los que están sojuzgados por otra potencia. Nuestra soberanía está limitada y enfeudada (...). Y hoy, cuando se habla de estas cosas, siempre se cita y se señala a Gibraltar, y este es un grave error. No se trata sólo de la plaza de Gibraltar; se plantea muy mal la cuestión: se trata de la soberanía sobre el Estrecho de Gibraltar".*

Y es que, de una y otra manera, Gibraltar está presente en lo que somos los españoles, y hasta podría decirse que sirve de reclamo de audiencia para algo nada sospechoso como el putrefacto negocio televisivo. ¿A quién no se le esboza una gran sonrisa al ver esto?:



Sin embargo, ya en serio, sobre Inglaterra, "Recorred su historia, miradla con relación a España, y veréis que, para dominarla y dividirla, no empieza por Gibraltar ni por el estrecho: empieza por Portugal"*. 

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* D. Juan Vázquez de Mella, discurso en el Teatro de la Zarzuela el 31 de mayo de 1915.

13 julio 2011

La democracia, esa palabra (-ota)

"La democracia es buena". Si rascásemos un poco, esta afirmación es tanto como decir "este palo es bueno". Pues si te doy en la cabeza con él, seguro que no opinas lo mismo. O sí, si lo que quieres es resaltar que ha cumplido el fin para que lo he usado: darte un mamporro para que pienses. La "democracia" permite que decidamos sin follones a qué restaurante vamos a ir los amigos, antes de irnos de vacaciones: votamos, y hacemos lo que salga por mayoría. Hasta la Santa Madre Iglesia reúne en Cónclave a sus Príncipes para que elijan democráticamente quién será el próximo sucesor de San Pedro. Pero ahora bien, ¿y si votamos democráticamente que con el palo te arreemos una somanta que te deje en la cuneta? (perdonad la chabacanería). O ¿podemos votar democráticamente que la ley de la gravedad haga que los cuerpos se repelan? Sería gravemente antidemocrático pensar que estas dos últimas votaciones son ridículas, que eso no se vota. Sería, repito, gravemente antidemocrático, pero estaríamos recuperando algo del sentido común de cuya falta tan bien alertaba D. Álvaro d'Ors. Decir que no se puede someter todo a la decisión democrática es antidemocrático, pero es lo correcto, lo sensato y el primer paso para regenerar esta sociedad.

Pero para desenmarañar un poco, entiendo que existen tres acepciones de democracia: a) como participación ciudadana en la vida pública; b) como método de elección de los gobernantes; y c) como sistema político de la soberanía popular, heredera de la Ilustración y la Revolución francesa. La primera implica el concepto de libertades, de que las personas y habitantes de un país vivan realmente como responsables solidarios del conjunto de la sociedad, pero esto, que no sólo es bueno, sino imperativo moral de nuestra naturaleza de animales políticos (zoon politikón), no es determinista a priori, ni de forma universal, de ningún sistema político concreto, ya que permite numerosas articulaciones de dicha participación*. La tercera daría -y da- para un tratado, pero me quedo con la explicación que Carlos Ibáñez Quintana nos ha regalado recientemente. 

La segunda es la que me interesa ahora, ¿es buena o es mala esa democracia? Pues creo que casi he respondido al principio, pero lo haré ahora con ejemplo deliberadamente sencillo y concreto: si se ha de elegir entre dos opciones buenas, la democracia es buena como método para elegir. Si elegimos entre una buena y otra mala, la democracia deja de ser algo bueno en sí, y sólo podría tolerarse en el supuesto de que fuera el único medio plausible y real al alcance para que el bien se imponga al mal. Pero si las dos opciones son malas, siendo incluso una menos mala, o mejor que la mala de remate, pues la democracia es perversa. Y en esas estamos, ¿no es así?

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* No tenemos mejor muestra que nuestro tradicional sistema foral, con la Monarquía representativa, que ha sido, y es, la forma en la que hemos dado forma concreta y libre a la democracia en Las Españas.

07 julio 2011

Tradicionalismo en el s. XXI

Es evidente que el mundo actual es fruto de las revoluciones que ha habido desde finales del s. XVIII hasta ahora: la francesa puso los cimientos, la americana el contrapunto "conservador", las liberales* del s. XIX el desarrollo político, la comunista de 1917 fue la vuelta de tuerca, y la sexual y de género del s. XX las lógicas consecuencias. Como quiera que todas beben más o menos del mismo vaso autodeterminista de Dios y todas buscaron la transformación de la sociedad, revolvieron los cimientos del Orden Natural cristiano. Podríamos perfectamente simplificar y llamarlas, a una, la Revolución, pues la coherencia interna de ambas premisas en las distintas revoluciones las sitúan en un mismo plano. 

Ante la Revolución, el hombre católico se opuso, hasta con su sangre martirial. Porque entendió perfectamente que la servidumbre a las ideologías impone una revolución que aplica las ideas de la abstracción pura a concreciones deformadoras de la realidad. Sea por esto, y por las consecuencias que trajeron las revoluciones que han pergeñado la Revolución, el católico ha sido contrarrevolucionario. Y si hasta aquí se ha seguido el razonamiento, se convendrá, como yo lo hago con Joseph de Maistre, que la Contrarrevolución no puede ser una revolución "en sentido contrario", sino "lo contrario de la Revolución". Por eso es tan difícil, porque exige vivirla concretamente. No nace de un partido político aunque se articule por él momentáneamente, ni de una ideología o idea. Ser contrarrevolucionario es ser consciente de que el Orden Natural cristiano que hemos de restaurar nace en nuestra vida, viviendo una vida de vocación a Dios en el estado Él quiere: sea fundando una familia cristiana, llamado a la vida sacerdotal o religiosa y, siempre, siendo una persona comprometida con la sociedad. Ésa es la militancia. En España, el contrarrevolucionario, el posteriormente llamado tradicionalista, fue carlista**. Perdón: es carlista. Su vigencia es hoy seguramente un milagro de la Providencia, que se muestra en su capacidad de adaptación a los tiempos defendiendo los principios inmutables que se resumen en Dios, Patria-Fueros y Rey.

Y fruto de dicho saber defender la Verdad en cada momento, son las tres iniciativas a las que quiero hacer publicidad hoy:

- La Liga Tradicionalista: que nace como una hermandad de entidades que defienden el mismo ideal del tradicionalismo político español, con el doble objetivo de procurar el conocimiento mutuo y la ayuda fraterna.

- La Red Tradicionalista: repositorio de blogs sobre temática política, cultural, eclesial, histórica, literaria, etc. para conocer de primera mano las respuestas en clave tradicionalista a los temas de candente actualidad.

Y last, but not least, una iniciativa que contrapone claramente, con argumentos y propuestas inteligentes, a los que recientemente han caído en la cuenta de la farsa del sistema pero sin renunciar a sus principios:

- ¡Representación Real Ya! que se muestra convencido de que "muchas soluciones a los inaplazables problemas que los indignados jóvenes españoles han puesto sobre la mesa se encuentran contempladas en el acervo de la Tradición española de siempre. Aquí las propuestas, concretas, reales, sacadas de la experiencia probada de la Tradición y no de abstracciones utópicas convertidas en ideología.

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* liberales en sentido político, porque liberales en su hondo sentido, como sabiamente enseñara León XIII, son todos aquellos que, aun en diferentes grados, reservan alguna parcela de la vida de la persona -individual o social- lejos de la soberanía de Dios. Es decir, lo son todas las ideologías nacidas de la Revolución.

** En esto reconozco que me cautivó en su día la opinión de D. Francisco Canals en "Carlismo y Tradicionalismo" (I y II).

05 julio 2011

Contra la memoria histérica: algunos recuerdos familiares (I)

La izquierda totalitaria, fue sincera unos pocos años.
Una de las herencias que nos deja el gobierno de Zapatero que hemos tenido que soportar estos siete -larguísimos- años es la vuelta de tuerca a la manipulación histérica de la historia, en especial de lo referente a la Guerra Civil (de Liberación, tendría que matizar) y al gobierno de Franco durante casi cuarenta años. Salvo honradas y muy dignas excepciones, la reacción del adormecido pueblo español ha sido la indiferencia, la trágala, cuando no la aceptación del falseamiento de la realidad.

Viene esto a cuento de un fenomenal artículo publicado en RenL sobre la "represión" franquista en un pueblo de La Mancha del que algo me honro en conocer: Alcázar de San Juan. Al parecer, el Patronato Municipal de (in)cultura viene exhibiendo un trabajo demencial sobre la referida represión en Alcázar. En fin, lean Uds. el artículo y saldrán de dudas, pero aprovecho y cuento un trozo pequeño de mi historia familiar, ni mejor ni peor que otras, pero elocuente al menos:

Tanto mi padre como mi abuela son de Alcázar y mi abuelo, aunque del pueblo de al lado -Campo de Criptana- también vivió en Alcázar toda su vida. Mis abuelos paternos eran de condición humilde. Ella de una familia muy católica -y lo sigue siendo. Él no tanto: por lo que me han contado, mi abuelo aprendió su oficio y a escribir, gracias a algunas actividades que hacía el Partido Comunista con obreros.  Sin embargo, como recuerda mi abuela, ya desde que eran novios nunca levantaron el brazo con el puño ni con la palma abierta: ni cuando pasaban camiones cantando la Internacional ni lo mismo con el Cara al Sol. Hasta salían corriendo para no verse en tal tesitura. El caso es que mi abuelo hubo de marchar a la guerra. Con los republicanos, claro, aunque la historia familiar dice que por su oficio le destinaron a cavar, preparar y construir trincheras. Así, hasta que finalizada la guerra se volvió "a pata" hasta el pueblo, donde fue encarcelado por razones obvias. 

Finalmente, mi abuelo salió al poco de la cárcel, es verdad que por influencia de un familiar directo de mi abuela, Camisa Vieja de Falange. Después, o por aquel entonces, vino lo del dinero: según me ha contado mi abuela, de la noche a la mañana (o quizás así fue para los que tenían escasos medios informativos), el dinero de la República dejó de valer y el poco dinero que tenían, por tanto, se esfumó. A esto habría que añadir que mi abuela fue huérfana de padre a los 9 años, por lo que desde entonces ya trabajaba en una fábrica, hasta la guerra.

Pues bien, y resumo: gracias a una subvención nacional, se pudieron casar mis abuelos, se fueron de viaje de novios a Ciudad Real y, al volver, vivieron unos pocos años en casa de un familiar. Trabajando mucho, de ferroviario por el día, del albañil por la noche -y viceversa- se construyeron su propia casa, sin hipotecas de por vida ni gaitas. Mi padre y su hermano -mi tío- estudiaron carrera universitaria. Mi padre, obvio, se casó con mi madre, de una posición social muy diferente, y todos los nietos tenemos carrera. Digo esto para reflejar -para quien lo quiera entender- cómo le fueron las cosas a un "vencido" durante la "represión franquista". Ni que decir tiene que mi abuelo acabó viendo con buenos ojos el gobierno del General Franco y cuando se murió, en 1992, lo hizo viendo y consciente de una España que se pudría por la corrupción y la crisis económica bajo el gobierno socialista de Felipe González.

Esto es una parte, personal, subjetiva, de lo que ocurrió aquellos años. Pero es lo que ocurrió. Sobre el cómo vivió mi abuela paterna la guerra, otro día. Del lado materno, mucho que contar también. De cómo mi abuela materna vivió el fin de la guerra en Barcelona y la entrada de las tropas nacionales en la Ciudad Condal. O cómo mi tío abuelo -hermano de mi abuelo-, médico, se pasó al bando nacional donde murió en Ciudad Universitaria. Y cómo no, la entrada que debo al libro que acaba de publicar mi abuelo materno: La Guerra en Cuenca (crónica urgente de la Guerra Civil de 1936). Un libro del que intentaré hablar largo y extenso. De momento, dejo este crónica de un diario regional.