25 julio 2010

"Historia de Roma" de Indro Montanelli

Comenzaría esta entrada diciendo, como otras veces, "me acabo de terminar este libro..." pero no es verdad. Me lo acabé hace ya un par de meses y desde entonces tengo pendiente escribir esta entrada. En fin, que más vale tarde que nunca. La cuestión es que buscaba un libro que me introdujera en la historia de Roma. El fin último era sentar las bases de un ulterior estudio del derecho romano, del cual es creciente mi interés y admiración. En la carrera, mi primer encontronazo fue eso: un encontronazo. Primer examen y primer suspenso. Lo cual, dicho sea de paso, me sirvió para ponerme las pilas. En junio lo aprobé sin problemas, pero no fue hasta después que he llegado a comprender la importancia de aquel derecho del que somos tributarios y sin el cual no comprenderíamos el porqué de numerosas figuras jurídicas que operan con plena vigencia en el día a día de todos. Por ejemplo, desde el sistema por el que se transmite la propiedad (diferente del de Francia o Italia) hasta cuestiones más específicas como la facultad que recoge el Código civil del deudor de un crédito litigioso de enervar su cesión por parte del acreedor.

Al grano: Indro Montanelli escribió hace años el libro que yo buscaba para conocer la vida, costumbres, sociedad y cambios de Roma en un vistazo rápido, ameno, sin datos abrumadores, y explicaciones deliberadamente anacrónicas que nos muestran, con palabras de hoy, cómo funcionaban aquellos hombres admirables, no tan distintos a nosotros. Recoge el libro datos curiosos, como que en Cartago ya había construcciones de hasta 12 plantas en las que se hacinaba la gente con menos recursos, mientras que ya entonces los más pudientes huían a casas con jardín alejadas del bullicio del populacho. Interesantes son también los repasos biográficos a personajes como Trajano, Claudio o Nerón y por supuesto el cambio experimentado por la sociedad romana con la expansión del cristianismo, que consiguió progresar moralmente aquella sociedad, superando barbaridades como el aborto, la eutanasia o la promiscuidad y la homosexualidad, dejando atrás el hedonismo por una sociedad más libre y digna, de la que surgiría esta civilización que ahora vemos derrumbarse por aquellos que nos pretenden devolver a la oscuridad de los días previos a la cristiandad.

Me ha resultado también ilustrativo la existencia ya entonces de crisis financieras "internacionales" surgidas de las burbujas especulativas, o la degradación de las sociedades cuando se abandonan excesivamente a las comodidades de la vida urbanita y hedonista, olvidando las virtudes de sus antepasados que les legaron la prosperidad. Como igualmente los inquietantes paralelismos de los estadios previos a la caída del imperio y nuestros días.

En definitiva, era el libro introductorio, como ya he dicho, que buscaba. Que abre el apetito de profundizar y conocer mejor a aquellos hombres a quienes admiramos por todo lo que nos legaron, no porque tuvieran algo de sobrenaturales "pues, si lo hubiesen sido, nos faltarían razones para admirarlos", sino porque eran hombres como nosotros, lo cual no debemos perder de vista para aprender de la experiencia.

El adiós de dos históricos.

Perdonadme que vuelva a aparecer por el blog con una cosa más trivial, pero no he podido resistirme a dedicar unas palabras a dos despedidas que, en lo deportivo, suponen un antes y un después; la finalización y el comienzo de una nueva época en el madridismo. Por supuesto, me refiero a los adiós de Raúl y Guti.

Empezaré por el segundo. Y es que a este controvertido, extravagante, alocado, genial, elegante, leal y temperamental jugador de fútbol (todo ello cuando le ha dado la gana) se le va a echar de menos en el Bernabéu. Hace unos meses ya elogié uno de esos destellos genialísimos que tiene, cuando se inventó el pase que nadie hubiera imaginado, dejando en bandeja la gloria del gol a uno de sus compañeros, ahora imputado por degenerado (él y ella). Reconozco seguirle desde hace ya muchos años. El primer partido fue en el estadio del antiguo Almería, cuando ya despuntaba en el Real Madrid B y llamaba la atención, además de por su calidad, por parecer un calco de otro grande del madridismo: Fernando Redondo. Luego debutó con el primer equipo del Madrid y llevó la carrera que todos hemos visto. Su personalidad me ha despertado siempre mezcla de reproche y reconocimiento. El reproche es obvio, por sus altibajos que más bien se antojaban caprichosos: indignos de un profesional maduro. El reconocimiento me lo despertaba el ver que su continua suplencia prácticamente nunca motivaba un escándalo o una huida que tantos otros, legítimamente, emprendieron. Llevaba el Madrid muy dentro, y eso el Bernabéu se lo ha reconocido. Confieso que recientemente le he llegado a "perdonar" en gran parte su descontínuo rendimiento al escuchar una entrevista que le realizó Robinson en Canal+, en la que le hacía la típica pregunta (con su penoso castellano que después tantos años se niega a perfeccionar) de si se arrepentía de algo. Y contra lo que muchos suelen contestar ante esta pregunta, él contestó sinceramente que sí. Y entre los errores, citó su falta de madurez, que le llevó a perderse muchas cosas buenas. Y no parecía cínico al decirlo, así que me convenció. En cualquier caso, nadie ha hecho los pases que él ha fabricado. Espero que le vaya bien, sea en Turquía o doquiera decida ir.

En cuanto al capitán, Raúl es eso: Raúl; y su legión, nosotros: los raulistas. Lo que diría de él será poco para la magnitud de este grande e histórico del Real Madrid. En su estilo heterodoxo pero perseverante, sacrificado, trabajador, líder, motivador y caballero, ha cultivado un palmarés admirable en Copas de Europa, Ligas, Copas Intercontinentales, Pichichis, Eurocopas y partidos disputados, con dos espinas clavadas: la falta de un balón de Oro, pero sobre todo no haber ganado nada con la selección española. Mis primeros recuerdos madridistas los llenan Míchel, Butragueño, Martín Vázquez, Hugo Sánchez, Buyo..., por lo que recuerdo la marcha del Buitre a México y el inmejorable relevo del 7 en Raúl. Raúl es un estandarte, una encarnación de los colores, la tradición y un estilo de liderar el equipo que ha seguido una continuidad que ahora, al menos de momento, se verá truncada. Siempre he visto en Raúl la personificación de unos "valores madridistas" (permitidme la licencia), bastante distintos a los que oficialmente se quieren representar y mucho más en continuidad con los de aquel Real Madrid a quien mi abuelo felicitaba tras cada triunfo europeo o nacional y respondía aquel equipo de Gento, Puskas, Santamaría, Di Stéfano, Miguel Muñoz y luego también Pirri o Kopa, con unas fotografías firmadas y cartas de agradecimiento que conservo celosamente para mis hijos y nietos, que serán madridistas, por supuesto.

Y en fin, estamos ante la despedida de dos grandes, de dos genios que ya forman parte de nuestro imaginario deportivo. ¡Hala Madrid!

Pd.- 1: Dejo un vídeo con 10 de los mejores goles del 7 merengue. Hay otras selecciones. Esta es sólo una de tantas:


Pd.- 2: Otro obligado vídeo, genialidadede Guti:


12 julio 2010

¡Viva España!

Lo de cada partido ha sido una explosión de alegría contenida y comprimida en un sólo grito: el de cada único gol que hemos marcado desde octavos. Siempre uno. Y en ese uno, en la segunda parte (del tiempo reglamentario o de la prórroga), toda la rabia y los nervios que no sólo eran los acumulados en los minutos que marcaba el reloj del árbitro. Eran la nariz de Luis Enrique, el áribitro egipcio de Corea, o la eliminación a manos de la Francia de Zidane... Eran años de frustración. En mi historia personal fue en 1994 cuando supe por primera vez, en aquél campamento de verano, qué era aquello de "jugar como nunca y perder como siempre". Tal era nuestro ánimo. Hasta 2008. Campeones de Europa y del Mundo. ¿España? sí, España.

No voy a contar cómo viví esta final, porque no será diferente de cómo lo ha vivido España entera. Tenía silla, pero estuve de pie casi toda la segunda parte y la prórroga entera, hasta que un chaval manchuelense que nació apenas un par días después que un servidor puso el grito de gol en las gargantas españolas.

En el plano deportivo y futbolístico es una alegría indescriptible.

En el plano patriótico (en boca de muchos estos días), habrá que hacer mucha pedagogía, pues apoyamos a la selección de fútbol porque somos españoles, no al revés. Sacamos la bandera porque primero representa a España, luego a la selección, y no al revés. España está unida en el fútbol por la unidad de España, que es sagrada, y no al revés. Y etcétera, etcétera, etcétera. En todo caso, hoy toca disfrutar.

¡¡Viva España!!

10 julio 2010

Shakira va con España... ¿y qué?

"como hispana, tengo el deber moral de apoyar a España"
Que ¿y qué? Pues que no. No lo ha dicho una ávida lectora de Ramiro de Maeztu o una tradicionalista de allende los mares. Lo ha dicho Shakira, famosísima cantante colombiana, expresando una verdad olvidada por hispanoamericanos y por los mismos españoles a este lado del océano. Es verdad que lo ha dicho refiriéndose a la selección española de fútbol y que luego ha nombrado al maldito bicho de quien todos hablan estos días (y al que me niego nombrar). Es cierto, pero tomemos nota, aunque sea de ella, de tres detalles muy interesantes:

1.- Ha dicho hispana, y no "latina". Hispano viene de España y es lo que subyace en la imposición del término "latino" o "latinoamericano", en detrimento del de Hispanidad.
2.- Ha hablado de "deber moral" con respecto a España. Eso es lo profundo del amor a la Patria, en este caso de la Madre Patria.
3.- Ha dicho España y no "la roja", la selección" y otros substitutos nada inocentes.

Pd.: Tal vez lo haya cogido con pinzas, pero son verdades que conviene recordar.

Del TC, la nación y los sentimientos nacionales

Resulta ilustrativo de cómo funciona el sistema "que nos hemos dado", las distintas reacciones que ha suscitado el conocimiento del texto de la sentencia del TC sobre el estatut. Llama bastante la atención que mientras unos consideran amputado un texto parido con tanta controversia, otros entienden intacto lo sustancial. Más claro: El PP se esconde y opina con la boca pequeña, el PSOE lo considera un fracaso del anterior y en Cataluña el stablishment nacionalista y los que ahora pasan por tales consideran atacado el corazón de lo que defienden. Y en el fondo de todo, el malhadado concepto de nación.

Y es que en la nación tenemos la mayor trampa mortal y el compendio de todos los errores de la teoría política desde el triunfo de la Revolución, que en suelo patrio data de 1812. Los hay que se escudan en el concepto "jurídico-constitucional" del término (la STC dixit), en virtud del cual la nación no es otra cosa que el sujeto de la "soberanía". Una vez que un papel considerado "constitucional" plasma y delimita el territorio, pueblo e instituciones que lo conforman, la discusión pretende ser ociosa (y no lo es en absoluto). Pero la realidad es que se necesita de ese texto, que pretende ser la fuente del mismo. En otras palabras: positivismo puro y duro. Y abundando: relativismo puro y duro impuesto por la mayoría en un papel que pretende ser definitivo. Y digo dos veces "pretende" porque no hay nada más pretencioso que considerar resuelto un problema con el concepto mismo que lo ha originado.

Y es verdad que lo ha originado, porque hubo un momento en la historia en que la histeria revolucionaria y la soberbia liberal creía haber superado una época en que la tradición y la autoridad moral de la Iglesia constituían para ellos un yugo demasiado pesado para sus ansias de crear algo nuevo, ex novo, en permanente "progreso" (sic) hacia la "modernidad". Y su primera víctima fue la patria, porque "ataba" a un legado sagrado, que es la herencia de los padres, y sobre todo, a la defensa de aquel espíritu -alma- que la había unido y dado vida. Nada podía interponerse al capricho de la casta política que nacía en ese momento, así que había que liquidar aquella "democracia de los muertos" o de las "generaciones" que suponía la tradición. Y entonces rescataron una palabra de orígenes ancestrales que nunca había significado lo que ellos querían que significara: la designación de la nación como el lugar de nacencia (y que en su origen lo mismo podía ser toledada que salmantina o catalana), significaba que a partir de ahora el cuerpo político que conformaba la comunidad era determinado por el nacimiento o nación. Ya no importaba el patres, patria porque lo importante era que la generación presente era dueña y señora del destino, abriéndose la puerta, sin que lo notaran. a que lo fuera también del pasado. Y hemos ahí el origen del nacionalismo, por mucho que ciertos liberales se empeñen ahora en negarlo, con el endeble argumento del conjunto de "ciudadanos libres e iguales".

Digámoslo claro: desde 1812, los que siguieron el legado de la Pepa están arrinconados en una única dirección: el nacionalismo. Porque desde que fue "rescatado" por la revolución, el concepto nación ha sufrido las especulaciones teóricas de unos y otros. Estuvieron los que la fundaron en un "plebiscito permanente" al albur del sentimiento del pueblo. Otros, conscientes del desorden que ello supone, buscaron fundarlo en algo que les diera más seguridad, como la raza, la sangre, la lengua y, más modernamente, la Constitución, que combinó ambas corrientes erróneas (por lo que es doblemente errónea) y alumbró con el paso del tiempo ese engendro del "patriotismo constitucional", en el cual no me voy a detener.

De todo lo anterior se deriva una concepción, más o menos radical, de "una nación, una lengua" o el liberal (aunque no lo digan así) "una nación, un sólo mercado". En el fondo, todos son nacionalistas, porque beben de una misma fuente, que es el concepto revolucionario de nación opuesta al de patria, que exige necesariamente la tradición. Podría decirse que quienes defienden a España (verdadera patria) no pueden ser nacionalistas, pero lo son en la medida que fundan la existencia de nuestra patria en la Constitución (sea la de 1978 o la de 1812, que tanto le gusta a Rajoy), en la "voluntad del pueblo" o incluso en la lengua castellana (por más que "toleren" las lenguas regionales). Ellos sólo consideran "nacionalista" al que quiere separar una porción del pueblo del conjunto o a los que beben directamente del Romanticismo, pero en realidad están discriminando entre tipos de nacionalismo o en distintas fases del mismo, porque el nacionalismo es separatista per se en origen y uniformador en su aplicación, y faltando por innecesario el elemento separatista, sólo queda el uniformador, que lo puede ser por muchas vías. Por otro lado, el concepto de soberanía nacional que nace de la voluntad y sentimiento del pueblo en el que ellos basan la nación conduce directamente al problema de los nacionalismos que hoy tenemos en nuestra patria, por mucho que nieguen su propio origen al proclamar arbitrariamente (como todo lo que proclama el relativismo) la "unidad e indivisibilidad". Por eso, que el TC nos diga ahora que sólo hay una Nación (lo ponen en mayúsculas) desde el punto de vista "jurídico-constitucional" es verdad, pero no resuelve todo el problema, que sigue y seguirá ahí, en tanto en cuanto el nacionalismo catalán no puede entender que lo que dice ser la base de la nación española (el sentimiento español) no lo sea también de la suya (el sentimiento catalán-ista), y nos lleva a donde estamos hoy: a la esquizofrenia del actual sistema constitucional que no concede ningún resquicio jurídico-procesal para las aspiraciones del nacionalismo catalán, cuando al mismo tiempo se fundamenta en los mismos errores que lo alimentan. 

En conclusión, estamos ante un grave problema, complejo e irresoluble si seguimos en la mentira y dinámica del sistema liberal y revolucionario "que nos hemos dado", pero resoluble si recuperamos la cordura de la España -las españas- tradicional y regional, en la que tantos y tantos catalanes, vascos, gallegos o valencianos defendieron hasta con su propia vida la unidad de la patria española, su religión y sus libertades. A mí me costó años entenderlo, pero se puede.

Como se ha dicho recientemente, gracias al gol de Puyol o el juego brillante de Xavi Hernández: Visca Espanya! y ¡Viva Cataluña!