26 junio 2013

Radiografía de una sociedad (por Aparisi y Guijarro)

 
En esta sociedad reina una hipocresía escandalosa; todos llaman al pueblo soberano, y todos se apresuran a robar uno por uno a este rey miserable los miserables harapos con que apenas puede cubrirse.

En esta sociedad todas las verdades se adulteran, y se falsean todas las instituciones.
Lo que hay de singular en esta sociedad es el usarse en ella una lengua nueva: pensaréis que es la misma que hablaban nuestros abuelos, os equivocáis; las voces tienen igual sonido, pero distinta acepción. A lo bueno se le llama malo, a la Religión fanatismo, libertad a la servidumbre, independencia nacional tanto quiere decir como "dejar de ser criados de una nación para constituirse esclavos de otra". Representación nacional es representación, sí, pero de las pasiones de un partido, que o por leyes viciosas, o por corrupción, o por violencia ha hecho enmudecer a una grande nación.
Voz del pueblo, se reduce a la voluntad de ciento o doscientos, a quienes habéis de creer sobre su palabra que son buenos patricios, los cuales en una populosa ciudad que calla porque teme, y teme porque no hay justicia, vocean y braman, y si es necesario asesinan.
En esta sociedad, cuanto más leyes, habrá más corrupción; cuanto más ensanche en las formas políticas más desenfreno; cuanto más publicidad menos vergüenza.
En esta sociedad, por fin, es todo una mentira, una farsa indigna, que no puede subsistir, que va a caer, que caerá en breve. 

Don Antonio Aparisi y Guijarro "En Defensa de la Libertad" (Rialp, 1957)
Y esto lo decía certera y proféticamente el señor Aparisi en 1872. A lo que se ve, más de 140 años después, la podredumbre permanece y se reinventa a sí misma. Entonces había esperanza en Don Carlos VII. Años después, en nuestros valerosos Requetés. Hoy depositamos nuestra esperanza en el mismo Cristo, que es Rey de todo lo creado, y siendo fieles, un día la gloriosa Comunión de los carlistas, inaccesibles al desaliento, seremos instrumentos de la regeneración social de España, bien ahora, bien cuando caiga. Tiempo al tiempo.

17 junio 2013

El Dogma del Cambio Necesario

El relativismo cansa al hombre común (es decir, al hombre que aún conserva algo de sentido común). Antes o después, a alguien, algo le parece tan obviamente cierto que, al ponerse en duda, no puede sino indignarse. Además, desde el relativismo como formulación teórica, en toda su absurdidad, uno puede aferrarse al axioma más irracional, bajo el supuesto de que, si todo es relativo, algo puede ser relativo a uno mismo, por lo que si para uno algo es "verdad" le da igual o no que lo sea para otros.

Casi me atrevería a decir que la "post-podernidad" o el "estamos en el siglo XXI" va dejando poco a poco de tener la fuerza de antaño (¡oh paradoja!) en el sentido de que si todo es relativo, aggiornar tecnológicamente lo pasado puede verse hasta chic. Ahí está la moda vintage, la vuelta a los 80 en ropa o música o incluso las ferias medievales que se desarrollan en numerosas localidades españolas. En el fondo, el nacionalismo tiene mucho de esto: un mélange de costra tradicional relleno de modernismo. Por eso, lo del "estamos en el siglo XXI" no suele funcionar como argumento frente a los eructos nacionalistas como el de "los derechos históricos" (eructos porque sólo remota y hediondamente puede hacernos recordar a un buen cocido manchego... ya me entienden ustedes, si identifican derechos históricos con el eructo y los fueros con el cocido antes de digerirse).

Lo que constituye hoy, pues, la punta de lanza contra la Verdad es una evolución, nunca mejor dicho, de lo que Gambra denominaba "vientos de la Historia": es la consecuencia del "todo es cambio". Así, con este Heráclito revisited, todo se envuelve en una provisionalidad paralizante para construir pero enormemente atomizante en tanto que vuelve a las personas sobre sí mismas en busca irrefrenable de un placer que pretende suplir la seguridad y estabilidad del Hogar (i.e. la Tradición, la Patria, las costumbres) ya desmoronado y desdeñado. Basta, pues, extender la idea inevitable de que todo cambia para que todo valga. En la era tecnológica, además, esta idea adquiere la apariencia de un axioma sin necesidad de demostración. La ideología post post-modernista es la del "cambio necesario": no solo todo cambia sino que debe cambiar para que las cosas sean "normales".

Todo debe cambiar, y la fuerza de esta idea es tal que no necesita más disquisiciones sobre la verdad relativa o el significado de la Modernidad. Relativismo 2.0

Para nosotros, en fin, es una nueva ocasión para ser "reaccionarios". Pero no reaccionarios asumiendo el "Cambio Necesario Pero al Revés" sino en el sentido contrarrevolucionario de fundarlo todo en construir sobre una herencia, sobre una tradición, sobre la Familia, la Sociedad, la Patria, y todo ordenado a Dios.

13 junio 2013

A cuento de lo de los Jóvenes de San José

No sé si todos los lectores de este blog conocen ya la noticia de que el Ayuntamiento de Barcelona ha prohibido a la asociación "Jóvenes de San José" continuar su labor de repartición de comida a personas necesitadas y atención a indigentes porque, al parecer "da mala imagen" (a lo que cabría preguntarse si la mala imagen es la que da un sistema económico inmoral e injusto que permite que existan personas sin las necesidades más básicas cubiertas o la de unos políticos con vocación de casta). 

Sí, sí. Como lo oyen.

¿Que quiénes son los Jóvenes de San José? Pues, como ellos mismos dicen, unos bautizados que buscan "dar de comer al hambriento". Según parece, el problema está en que lo hacen por Amor a Dios y, por Dios, a los demás. El flagrante pecado civil cometido no es otro que no poner al "otro" por encima de Dios, aunque no reconozca el ayuntamiento que ésta, y no otra, es la razón de su decisión. 

Desde luego que la noticia es para quedarse sin palabras, eso sí, después de proferir todo tipo de calificativos nada amables. Por mi parte os animo a que suscribáis la alerta que Cruz de San Andrés ha preparado.

Yo ya he firmado, y he añadido un mensaje personal que se me ha olvidado copiar pero que venía a poner sobre la mesa la gran farsa de la libertad abstracta que nos quieren hacer pasar por auténtica libertad. Y claro, la Libertad, cuando es libertad y no son libertades (es decir, variadas, múltiples como la realidad misma, concretas y reales) pues sucede que es más pretexto que derecho. Y en este caso la administración elegida "democráticamente" se siente, por un mero formalismo procedimental de elección (y a esto anudan la esencia de esa "libertad" abstracta) con la autoridad suficiente como para prohibir a unos chicos paliar en algo el sufrimiento material de muchas personas que sufren las consecuencias del sistema económico que se desarrolla en esa "libertad". 

Creo que tenemos que hacer, entre otras luchas, una clara cruzada de concreción de las ideas a todos los niveles. Dejar de hablar de libertad sino de libertades (y hablar de subsidiariedad, de mandato imperativo, juicio de residencia o representación orgánica); dejar de hablar de valores sino de virtudes (humildad, pobreza, templanza, justicia, etc.); dejar de hablar de individuos sino de personas; hablar de sociedad pero sobre todo de organizaciones, de asociaciones naturales, de colaboración y caridad; dejarnos, en fin, de ampararnos en -ismos sino en principios que se realizan -y esto es lo difícil- en políticas concretas y decir alto y firme, muy alto y firme que lo que ha hecho el Ayuntamiento de Barcelona es otra muestra más, pero igualmente flagrante, de to-ta-li-ta-ris-mo.

07 junio 2013

Chesterton se hace hueco en mis lecturas

No hay manera de volver a darle ritmo de nuevo al blog, ruego me disculpen. Además de la falta de ideas y tiempo, la inercia de la inactividad bloguera hace estragos. No cejo en mi empeño. Lo que sí ha mejorado últimamente es mi ritmo de lectura, gracias a Dios y a que, con motivo de mi último cambio de domicilio, he aparcado definitivamente el coche, brindándome el Cercanías una gran oportunidad de ir cumpliendo con mi interminable lista de lecturas pendientes mientras me acerco al trabajo. Así que, entre lo uno y otro, reanudo el blog con eso: mis lecturas.

El caso es que la susodicha lista va alcanzando una longitud amenazante. Y los libros comprados, si bien en menor proporción, también, por lo que se hacía perentorio escoger un criterio de selección u orden de prelación de lecturas. Hacía tiempo que me había adentrado, y este blog es testigo en alguna medida, en la lectura de algunos de los pensadores del tradicionalismo hispánico. Vázquez de Mella, pero también Aparisi y Guijarro, Rafael Gambra o Francisco Canals. Y algo más de Álvaro d’Ors. Debía leer algo de Santo Tomás de Aquino, y leí “De Regimine Principum” (o del gobierno monárquico). Incluso pude leer algo de Castellani y Menéndez Pelayo (en ambos casos, selección de textos). Sin embargo, no he tenido ocasión todavía de adentrarme en Balmes; de Donoso Cortés había comenzado (y dejado a medias, a la espera de volverlo a empezar) su "Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo" y tengo comprado “Defensa de la Hispanidad” de Ramiro de Maeztu. En esas estábamos cuando una y otra vez se me ha recomendado la lectura del gran (física e intelectualmente) G.K. Chesterton. Su agudeza en las citas que leo y “retuiteo”, su lúcida apologética y socarronería inglesa, y muy especialmente el asunto del Distributismo me cautivaban, pero algo me retenía, y es un cierto remordimiento por no conocer a fondo los clásicos hispánicos. Dice Santo Tomás de Aquino que la Caridad tiene un orden: quien no ama a su próximo no puede amar al lejano. Quien no ama a sus padres terrenales difícilmente puede amar a Dios o le amará mal: por ello, no podía darse que hubiera leído a Chesterton o Shakespeare y no a Lope, a Cervantes o Garcilaso de la Vega. Pero el influjo del gran príncipe de las paradojas me llamaba y su amor por España, siendo inglés, de manera particular. El caso es que me propuse construir la casa por el cimiento: leí algo de Lope de Vega (Fuenteovejuna y el Caballero de Olmedo) o una antología poética de Manuel Machado, pero cuando me adentré en el aquinate me rendí y decidí por fin leer el ensayo-biografía “Santo Tomás de Aquino” de Chesterton, a pesar de las recomendaciones de mi amigo “Don Quijote” de comenzar a leerle con otros libros más representativos. Lo cierto es que lo devoré y me propuse finalmente adentrarme en el universo chestertoniano. Me compré Ortodoxia, El Hombre Eterno y Lo que está mal en el mundo, pero antes, siguiendo mi inicial propósito, me leí y disfruté enormemente la Primera Parte del Quijote –sobre lo cual habrá ocasión de volver-. [NOTA: Sí, en efecto, es un gran pecado, siendo español, pero especialmente por ser hijo, nieto, bisnieto y así para arriba, de manchegos, no haberme adentrado en él mucho antes]. Por fin, la historia de la humanidad, penetrada en su auténtico sentido y viajado por las entrañas de su más profundo motor, tamizado por el agudísimo ingenio y finísima inteligencia, El Hombre Eterno se fue deslizando por mis dedos y las hojas volaron una tras otra dejando tras de sí su impronta imborrable en mi entendimiento, y de un modo particular al mostrar el sentido común en toda su crudeza y lustre. Hasta ahora ha sido mi última lectura terminada y sigo bajo su influjo. Intuyo que continuaré un tiempo pensando en la habilidad de un hombre como Don Gilbert en llevarnos sutilmente a través de paradojas, como de la mano, y aun a saltos, por un camino que descubrimos nuevo pero que llevaba delante de nuestras narices mucho tiempo. En Chesterton uno se cae del guindo. O mejor, hacemos el salto inverso del abismo a tierra. En el tradicionalismo tenemos autores así. Bueno, en realidad el tradicionalismo es eso: un baño de realidad y sentido común. Lo particular de Chesterton es que te conduce sin que lo notes y desde el otro lado, mientras piensas que juegas, cuando en realidad estás concluyendo un negocio muy serio. Chesterton no ha viajado a la modernidad, vive en ella por circunstancia coetánea y geográfica. La Inglaterra del siglo XX ya es una sociedad a las puertas de la postmodernidad, al menos en las ideas que los “intelectuales” de la época van delineando. En El Hombre Eterno se niega la mayor sin necesidad de grandes volúmenes enciclopédicos a toda una cosmovisión del hombre y su historia que aún hoy pervive. Chesterton responde en 1925 a las ideas “fuerza” (como diría un cursi) en las que se mueve el hombre de hoy. Es interesante porque el español medio (el que todavía piensa o quiere pensar) puede encontrar un camino entretenido pero revelador de vuelta a la cordura y el sentido común.


Mientras, y antes de volver a la Segunda Parte del Quijote, tras lo cual me espera quizá algo más de Aparisi o Mella (últimas adquisiciones en la feria del libro viejo de Madrid), he hecho un alto en el camino para leer a Tolkien. Lo que sí es seguro, es que me esperan “Ortodoxia”, “Lo que está mal en el mundo” y “san Francisco de Asís”. Quién sabe si, quizás, alguno se cuele, como el Chavo del 8, “sin querer queriendo”. Lo contaré aquí, D.m.