Hoy estrenamos mayo. En 1955 Pío XII estableció este día en celebración de San José Obrero, como un recordatorio necesario de la trascendencia que el trabajo tiene para la vida cristiana. La mentalidad materialista e individualista que nos ha contagiado e impregna todos los miembros del sistema ha condenado el trabajo a ser yugo que pesa y aprieta. Únicamente la desesperación por llevarse un pan a la boca, el bienestar material o, en otros casos, el medio por el que alcanzar un status social y un prestigio que son buscados como fines en sí mismos, hacen del trabajo, no sólo una cadena o grillete sino al mismo tiempo el clavo ardiendo al que agarrarse. Esto no es, ni más ni menos, que una más de las condenas a que nos aboca la sociedad moderna. No hay más escapatoria que la creciente exigencia de derechos y privilegios frente a la explotación. San José Obrero nos rompe estos esquemas y nos recuerda que:
- El trabajo es vocación. Es necesario para el desarrollo de uno mismo. Es un deber nuestro crecimiento personal, por lo que hacer muy bien y buscar la mayor perfección posible en el trabajo realizado (por pequeño que sea) es una exigencia ineludible.
- El trabajo es servicio. La persona es, fundamentalmente, alguien dentro de un grupo: el matrimonio, la familia, el grupo profesional, el municipio, la región, la sociedad, la patria. Servir está en la esencia del ser persona, por lo que un trabajo que no busca servir a los demás no es trabajo. Por eso, un jefe explotador y un empleado con mentalidad "funcionarial" son una lacra para la sociedad.
- El trabajo exige mirar a Dios. Al final, no somos más que administradores de los bienes terrenales. Dios nos dio la tierra para trabajarla y para darle gloria. Por eso, el verdadero trabajo exige: (i) hacerlo todo con la dignidad suficiente para serle ofrecido; (ii) Dejar de trabajar para dedicarnos a Él en el Dies Domini que la Iglesia, que es Madre, nos regala; y (iii) Descansar periódicamente para alimentar el amor en familia, el esposo / esposa, los hijos, los amigos y, el necesario ocio reconstituyente para poder luego cumplir con los deberes del trabajo.
Teniendo esto claro, ya hablaremos de derechos y deberes políticos o de regulación jurídica que, sin lo anterior, será dar tumbos y marear la perdiz. Los más de 4,5 millones de parados de España y el hecho de que no hay crisis, por pequeña que sea, que no se salde con millones de familias sin el don del trabajo, exigen reflexiones muchísimo más profundas que costes o flexibilidades laborales, por mucho que opinemos su conveniencia en apoyarlas.
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