Tal día como hoy, el 8 de mayo del 589, se convocaba el III Concilio de Toledo, cuya clausura podría marcarse como el "nacimiento" de España. Y lo entrecomillo precisamente para dejar claro que España, como Patria milenaria, no es exactamente producto de una fundación revolucionaria, como no podía ser de otra manera, pues en el siglo VI tal concepción no existía. La Patria, como depósito de la herencia de las generaciones anteriores recibida por tradición, es producto del sedimento y semilla de la sabiduría que se transmite de padres a hijos. A diferencia de la Nación -concepto revolucionario y novedoso, engendro de las mayores tropelías-, la Patria no es fruto del arbitrio ni de las teorías abstractas, individualistas o colectivistas (según de qué se quiera pecar), sino que resulta del deber y de la vida propia y dinámica de las sociedades, que tienen padres, cuerpo, alma y vocación. Por eso, con la conversión del rey Recaredo -que abjuró de la herejía arriana- y, por ende, de todo el reino visigodo, se fundaba la primera unidad de los pueblos que habitaban la península ibérica, que a la sazón era el conglomerado de los restos hispanoromanos del desaparecido Imperio, los visigodos y demás que habitaban en la antigua provincia de Hispania. A falta de unidad jurídica, que no existía, la unión de los españoles vino desde ese instante, el del III Concilio de Toledo, marcada por dos grandes enseñas: la Monarquía y la Fe Católica. España, así, quedaba completa con su (i) herencia, fundamentalmente romana, que le daba sus lenguas, su derecho o sus ciudades, aunque también germánica, en gran medida romanizada; su (ii) Monarquía, como expresión palpable de su continuidad histórica y cabeza de la sociedad; (iii) su Fe, que es el alma de todo pueblo y sin la cual (el paganismo) vimos derrumbarse al Imperio Romano y vemos ahora derrumbarse a la Europa anticristiana; y (iv) una vocación universal de Evangelización del Orbe.
Esa España que da comienzo en 589 es la que explica el llanto ante la invasión mora (la "pérdida de España"), la Reconquista, la fundación de los reinos cristianos que, en la diversidad, siempre tuvieron la conciencia de la unidad ("Nos, ho fem la primera cosa per Déu, la segona per salvar Espanya", dijo Jaime I), la culminación de ese proceso en la unión de los Reyes Católicos, la Evangelización y civilización de América, Lepanto... Esa unidad de Monarquía y Catolicismo, en la herencia histórica común es España y no necesariamente una sola lengua, o un sólo código civil o un solo Rh, argumentos románticos y nacionalistas que nada tienen que ver con nosotros. Por eso es falsa de toda falsedad que España diera comienzo el 19 de marzo de 1812 (¡qué pequeñez de miras!) porque ahí, precisamente, se empezó a negar lo que somos los españoles y... de aquellos barros, estos lodos.
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