Últimamente me estoy tomando alguna que otra licencia literaria y hoy, 2 de mayo, no podía ser menos, por lo que dejo escrito mi canto a unas Españas que han sido grandes, también, en lo popular y costumbrista:
Hablar de una España no se puede; hablar de muchas es ocioso, que en su entraña han vivido fuerzas de raza, temple y orgullo de un pueblo anárquico, que no se doblegó ante nadie y que en sus libertades siempre tuvo su más preciado tesoro. Las Españas que rezan a un solo Dios, miran a su Madre con sencillez y llaman en llantos rompiendo el protocolo:
cada uno quiere sentarse a su Derecha, y Cristo nos lo reprende con la boca pequeña, pues se regocija de una nación que le canta saetas a un Mesías gitano, al Redentor que bendice multitudes sobrias, llenas de dureza castellana y se despide el Resucitado pescando con sus amigos a bordo de una trainera de la Albufera valenciana. Quizás Cristo sonría y baje su Mano para acariciar, con cuidado de no tambalear, un frágil Castellet catalán, que en comunidad se arropa para que un chiquillo alcance la gloria tocado con barretina y acariciando a las Cortes celestiales.
Vicente Doménech, el Palleter, animando al levantamiento contra los franceses en Valencia |
Son así, en fin, las Españas, indómitas sus gentes, leales a sus reyes, que festejan los valientes lances en pausada cadencia, retratados en la retina, dominando a la bestia brava que le planta batalla al son de un pasodoble que prorrumpe en notas de aclamación popular.
Donde Alonso Quijano pierde la cordura en arrebatador suspiro por la estepa manchega, blandiendo su lanza a trote de rocinante, pero lúcido como nadie cuando por amor y su ideal, mártires de la locura racionalista son heridos por el azote de un gigante y arremeten contra el molino solitario cayendo defraudados él y Sancho, marchando marchitos por las tierras españolas.
Y oyendo el grito estremecedor del Irrintzi vascongado, Covagonda se entrega a la contemplación de toda una tierra que alcanza los teocallis derrotados de un Tenochtiltlan Evangelizado. Mientras que al otro lado toda victoria desmerece ante la derrota heróica de los Últimos que ningún crédito concedieron a quienes de Legazpi osaron expropiar la herencia.
Y entre flamenco y jotas, una aragonesa danza junto a una sevillana, un chotis y muñeiras, pues lo español es cultura y España, nuestra Patria.
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