El mundo se encuentra en un estado de permanente angustia. Ya fuera por las vacas locas, el supuesto calentamiento global, la gripe aviar, el terrorismo islamista (¿se acuerdan uds. de la obsesión por un posible envenenamiento por ántrax?), la crisis económica internacional, y un largo etcétera que, en cuestión de minutos, sirven para que a través de la prensa y la televisión el personal se entregue a la alarma, al miedo y la paranoia. Con esto no quiero decir que haya que ser unos irresponsables temerarios que se exponen sin discernimiento a cualquier peligro que aceche mínimamente. Pero una cosa es eso y otra convertir cada posible contingencia en un peligro inminente que nos paralice. Por otro lado, en estos casos podemos constatar cómo la “alarma pública” convierte a la sociedad en una masa irreflexiva fácilmente manipulable por quien tiene la sartén por el mango. Nunca la masa es tan “masa” como cuando algo parece amenazarla. Todos los factores antes enumerados contienen en sí dos rasgos que se repiten sin apenas variación: Una, la sensación de angustiosa desprotección que se despierta en la gente; y dos, el aprovechamiento por los gobiernos (y los media que colaboran) para poder tener mayor control sobre la otrora llamada sociedad. Es esta parte la que a mí más me atemoriza.
Los mexicanos viven, ciertamente, momentos muy duros. Ayer, los habitantes del Distrito Federal, entre la cancelación de todo evento público (celebraciones religiosas y deportivas inclusive) por la gripe porcina y el terremoto que vivió la ciudad, parecieron vivir escenas de Apocalipsis. Me afecta especialmente todo lo que suceda en México, pues a parte de ser un país al que tengo mucho cariño como español, mis lazos familiares con el país y el verano de voluntariado que pasé antes de comenzar la universidad me unen de modo muy fuerte con ellos. Por eso, esta mañana, mientras desayunaba y veía FoxNews, me ha llamado mucho la atención (siendo suave) escuchar cómo se mezclaba el impacto económico que tendrá la gripe porcina sobre México, lo que afectará seguro a los EEUU. Y eso, unido a la inmigración ilegal y la salud pública norteamericana. Todo ello, con letreros en pantalla que recordaban casos anteriores de pandemias, como por ejemplo la “gripe española” (spanish flu) de 1918 que dejó a un tercio de la población de EEUU afectada por la enfermedad. Por cierto, que aquella gripe mi fue española ni fue transmitida por ningún hispano. Pero el mensaje está claro cómo llega a la audiencia.
Al final, lo que sacamos en claro es la facilidad para manipular y provocar en el público reacciones irracionales cuando se inyecta la dosis de miedo suficiente para que la sociedad deje de ser sociedad y pase a ser masa. Además, si la sensación de desprotección se va renovando periódicamente con nuevas formas de amenaza, esa masa se convierte en la base social permanente de un país a merced de sus gobernantes.
Esta “moraleja” se puede aplicar en numerosísimos casos. Elegiré uno sólo porque de momento no lo he tocado todavía en el blog: cuando oigo al presidente Zapatero decir que “no dejará desprotegidos” a los afectados por la crisis económica, me pongo a temblar, porque: a) se aprovecha de forma inmoral del miedo para dominar a los ciudadanos; b) el Estado, sobretodo desde el siglo XIX, nunca ha protegido nada si no es a base de ganar poder en perjuicio de los “protegidos”; c) es una manera de evitar reconocer que la labor de políticos “protectores” ha tenido buena parte de culpa de la crisis; d) es una manera de crear “masa” y destruir sociedad; y e) no es verdad que lo pueda cumplir.
Los mexicanos viven, ciertamente, momentos muy duros. Ayer, los habitantes del Distrito Federal, entre la cancelación de todo evento público (celebraciones religiosas y deportivas inclusive) por la gripe porcina y el terremoto que vivió la ciudad, parecieron vivir escenas de Apocalipsis. Me afecta especialmente todo lo que suceda en México, pues a parte de ser un país al que tengo mucho cariño como español, mis lazos familiares con el país y el verano de voluntariado que pasé antes de comenzar la universidad me unen de modo muy fuerte con ellos. Por eso, esta mañana, mientras desayunaba y veía FoxNews, me ha llamado mucho la atención (siendo suave) escuchar cómo se mezclaba el impacto económico que tendrá la gripe porcina sobre México, lo que afectará seguro a los EEUU. Y eso, unido a la inmigración ilegal y la salud pública norteamericana. Todo ello, con letreros en pantalla que recordaban casos anteriores de pandemias, como por ejemplo la “gripe española” (spanish flu) de 1918 que dejó a un tercio de la población de EEUU afectada por la enfermedad. Por cierto, que aquella gripe mi fue española ni fue transmitida por ningún hispano. Pero el mensaje está claro cómo llega a la audiencia.
Al final, lo que sacamos en claro es la facilidad para manipular y provocar en el público reacciones irracionales cuando se inyecta la dosis de miedo suficiente para que la sociedad deje de ser sociedad y pase a ser masa. Además, si la sensación de desprotección se va renovando periódicamente con nuevas formas de amenaza, esa masa se convierte en la base social permanente de un país a merced de sus gobernantes.
Esta “moraleja” se puede aplicar en numerosísimos casos. Elegiré uno sólo porque de momento no lo he tocado todavía en el blog: cuando oigo al presidente Zapatero decir que “no dejará desprotegidos” a los afectados por la crisis económica, me pongo a temblar, porque: a) se aprovecha de forma inmoral del miedo para dominar a los ciudadanos; b) el Estado, sobretodo desde el siglo XIX, nunca ha protegido nada si no es a base de ganar poder en perjuicio de los “protegidos”; c) es una manera de evitar reconocer que la labor de políticos “protectores” ha tenido buena parte de culpa de la crisis; d) es una manera de crear “masa” y destruir sociedad; y e) no es verdad que lo pueda cumplir.
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