22 noviembre 2009

En la festividad de Cristo Rey

Hoy es un gran día para la Iglesia, pues celebramos la fiesta de Cristo Rey. En el Evangelio de hoy se recuerda que Jesús mismo dijo a Pilatos: "soy Rey". La Soberanía absoluta de Dios sobre la creación es un hecho evidente en sí mismo. Sin embargo, en épocas recientes se ha filtrado maliciosamente la idea de Jesús como un rey lejano. Se ha hecho ver la frase "mi reino no es de este mundo" como una afirmación de la total autonomía del mundo respecto de la soberanía divina, cuando dicha frase nos está revelando la preeminencia de la realeza divina sobre la terrenal, precisamente porque no procede del mundo. Es la soberanía dada a los hombres la que procede de Cristo ("no tendrías ese poder si no se te hubiera dado de lo Alto"). Por eso, también, decimos en el Padrenuestro, con palabras del mismo Cristo: "venga a nosotros tu Reino", porque el Reino de Dios ha de establecerse en el mundo, en los corazones y en las almas. Por eso murió en la Cruz. Con amor y verdad, pero ha de reinar. Eso implica, necesariamente, romper la esquizofrenia que separa la vida espiritual de la terrenal como dos realidades enfrentadas. De la unión de fe y vida personal ha de nacer, necesariamente, la fundación de una civilización del Amor en la que la Verdad sea respetada. Ello implica que la responsabilidad de todo cristiano con los demás se plasme en el terreno público, es decir, la política, donde tantos y tantos cristianos modernos han visto el espacio idóneo para "separar" lo que, de suyo, no puede estar separado. Si Cristo no reina en lo público no puede reinar en lo privado. O dicho de otra manera, quien renuncia a que Cristo reine en lo público está negando a Cristo reinar en lo privado.

Muchos antes que nosotros han dado su vida por ser fieles súbditos de tan buen Señor. Dos grandes persecuciones y movimientos de odio al Amor, que es Dios, se lanzaron contra el Reino de Cristo en busca de implantar en el mundo la tiranía del hombre sobre el hombre, en contraposición al yugo suave de Cristo. En México, 1927 y en España, 1936. En la tierra de Guadalupe y en la tierra del Pilar, los gobiernos liberal y socialista (que tanto monta) persiguieron, asesinaron y tiranizaron hasta tal punto a quienes seguían a Jesús, que no dejaron otra opción que levantarse legítimamente contra quienes, no sólo iban contra Dios, sino contra sí mismos, sin saberlo. Por eso, al grito de ¡Viva Cristo Rey!, quienes en México y en España sacrificaban con su vida la consecución de la única libertad posible merecen hoy su recuerdo. Resulta hoy especialmente importante tomar ejemplo de tantos mártires, a cuya sangre, quizás, debemos hoy nuestra fe. En esta sociedad nuestra en la que los enemigos del reinado de Cristo han encontrado medios sutiles de atacar la Fe, ese ¡Viva Cristo Rey! debe volver a alzarse con ímpetu, esta vez no con armas, pues la batalla es distinta. Quienes no quieren que Cristo reine han decidido ahora que reine, pero lejos de nosotros. Es el reinado del hombre, capaz, por sus mayorías votadas, de reinar tiránicamente sobre las vidas y conciencias de sus semejantes. Es el "separar", el que dice que su reino "no es de este mundo" y que la Fe es cuestión privada. El diagnóstico del Papa Pío XI en su Encíclica Quas Primas no pudo ser más acertado al señalar el origen de los males que, si ya entonces comenzaban a mostar su cara más perversa, hoy, más de 80 años después, han demostrado cumplirse de forma extraordinariamente profética:
Se comenzó por negar el imperío de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.
 A la espera de que muchos cristianos dormidos en el buenismo y la religión natural se despierten al grito de ¡Viva Cristo Rey! dejo en el blog este magnífico vídeo con imágenes de la persecución a los cristeros en México y con excelente música a la que invito encarecidamente prestar atención a la letra, de principio a fin.



Regnare Christum Volumus!
 

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