Si en la anterior entrada Vázquez de Mella situaba como espina clavada de todos los españoles, la infame situación que padecemos con la pérdida ilegítima de soberanía sobre el Estrecho de Gibraltar era, además de las razones de justicia, por las razones que hacen necesaria la autonomía geográfica de España y, para completarla, "es necesaria la unión con Portugal. ¿En qué forma y de qué manera? La conquista, jamás; la absorción, nunca; una federación. Si nosotros llegásemos a dominar en el Estrecho, si ejerciésemos en él la soberanía (...) la unidad geográfica de España exigiría una unidad de política internacional (...), sería necesario un órgano, y ese órgano sería una federación, o bien en forma de monarquía dual, o bien en forma de Imperio, con una Monarquía en lo internacional subordinada. Se dice: ¿es que entonces estableceríamos una dominación indirecta sobre Portugal? No; estableceríamos una federación"*
Y es que, citando a Olivera Martíns en su Historia de Portugal, "quien pise Portugal y España, observará ciertamente, o no tiene ojos, una afinidad innegable de aspecto y de carácter, un parentesco evidente entre los pueblos de los dos lados del Miño (...). Si esos hombres no hablasen, nadie distinguiría las dos naciones". Y yo diría aún más, no como cosecha propia sino atreviéndome a sugerir que el propio Mella las haría propias: si el código genético de las Españas vio la luz aquel 8 de mayo del 589, en Toledo, sobre los pilares de la fe católica y la Monarquía que la sustentó; si en la Reconquista los españoles forjaron sus cristianos reinos para que en Felipe II la gloria de sus antepasados reposase al fin en los pilares originarios; entonces, ni España sin Portugal es España, ni Portugal sin España es Portugal.
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Los dogmas nacionales: la soberanía en el Estrecho, la unión con Portugal y la Hispanidad.
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Los dogmas nacionales: la soberanía en el Estrecho, la unión con Portugal y la Hispanidad.
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