Es evidente que el mundo actual es fruto de las revoluciones que ha habido desde finales del s. XVIII hasta ahora: la francesa puso los cimientos, la americana el contrapunto "conservador", las liberales* del s. XIX el desarrollo político, la comunista de 1917 fue la vuelta de tuerca, y la sexual y de género del s. XX las lógicas consecuencias. Como quiera que todas beben más o menos del mismo vaso autodeterminista de Dios y todas buscaron la transformación de la sociedad, revolvieron los cimientos del Orden Natural cristiano. Podríamos perfectamente simplificar y llamarlas, a una, la Revolución, pues la coherencia interna de ambas premisas en las distintas revoluciones las sitúan en un mismo plano.
Ante la Revolución, el hombre católico se opuso, hasta con su sangre martirial. Porque entendió perfectamente que la servidumbre a las ideologías impone una revolución que aplica las ideas de la abstracción pura a concreciones deformadoras de la realidad. Sea por esto, y por las consecuencias que trajeron las revoluciones que han pergeñado la Revolución, el católico ha sido contrarrevolucionario. Y si hasta aquí se ha seguido el razonamiento, se convendrá, como yo lo hago con Joseph de Maistre, que la Contrarrevolución no puede ser una revolución "en sentido contrario", sino "lo contrario de la Revolución". Por eso es tan difícil, porque exige vivirla concretamente. No nace de un partido político aunque se articule por él momentáneamente, ni de una ideología o idea. Ser contrarrevolucionario es ser consciente de que el Orden Natural cristiano que hemos de restaurar nace en nuestra vida, viviendo una vida de vocación a Dios en el estado Él quiere: sea fundando una familia cristiana, llamado a la vida sacerdotal o religiosa y, siempre, siendo una persona comprometida con la sociedad. Ésa es la militancia. En España, el contrarrevolucionario, el posteriormente llamado tradicionalista, fue carlista**. Perdón: es carlista. Su vigencia es hoy seguramente un milagro de la Providencia, que se muestra en su capacidad de adaptación a los tiempos defendiendo los principios inmutables que se resumen en Dios, Patria-Fueros y Rey.
Y fruto de dicho saber defender la Verdad en cada momento, son las tres iniciativas a las que quiero hacer publicidad hoy:
- La Liga Tradicionalista: que nace como una hermandad de entidades que defienden el mismo ideal del tradicionalismo político español, con el doble objetivo de procurar el conocimiento mutuo y la ayuda fraterna.
- La Red Tradicionalista: repositorio de blogs sobre temática política, cultural, eclesial, histórica, literaria, etc. para conocer de primera mano las respuestas en clave tradicionalista a los temas de candente actualidad.
Y last, but not least, una iniciativa que contrapone claramente, con argumentos y propuestas inteligentes, a los que recientemente han caído en la cuenta de la farsa del sistema pero sin renunciar a sus principios:
- ¡Representación Real Ya! que se muestra convencido de que "muchas soluciones a los inaplazables problemas que los indignados jóvenes españoles han puesto sobre la mesa se encuentran contempladas en el acervo de la Tradición española de siempre. Aquí las propuestas, concretas, reales, sacadas de la experiencia probada de la Tradición y no de abstracciones utópicas convertidas en ideología.
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* liberales en sentido político, porque liberales en su hondo sentido, como sabiamente enseñara León XIII, son todos aquellos que, aun en diferentes grados, reservan alguna parcela de la vida de la persona -individual o social- lejos de la soberanía de Dios. Es decir, lo son todas las ideologías nacidas de la Revolución.
** En esto reconozco que me cautivó en su día la opinión de D. Francisco Canals en "Carlismo y Tradicionalismo" (I y II).
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