18 enero 2012

Le llamaban don Manuel, nació en España...

Acababa mi última entrada con una reflexión sobre la capacitación intelectual, profesional o técnica y la idoneidad para asumir puestos de responsabilidad en los asuntos públicos. Y mira tú por dónde que ayer España despidió a Manuel Fraga Iribarne - don Manuel, como ahora se apresuran todos a llamarle-.  Dotado, sin duda, de una gran inteligencia, capaz, trabajador, eficiente y eficaz en casi todo lo que hizo, la sombra de Fraga siempre fue alargada. Dirigió el ministerio de Información y Turismo cuando Franco todavía regía los destinos de una España que se echaba en los brazos de unos tecnócratas que, se quiera ver o no, pusieron las bases de la España que para bien y (también) para mal, hoy tenemos y contra los cuales el mismo Fraga acabó enfrentado. Y es que para los de mi generación, los que crecimos con un Fraga casi anciano y en galego si por algo le tuvimos fue, al menos, como repartidor de exabruptos. No en balde soy de la generación cuya selectividad ya incluía la pregunta sobre Manuel Fraga.

Su legado es variopinto, desde el Spain is Different! que ha llegado hasta nuestros días, su gestión como presidente de la Xunta de Galicia, no sólo en las infraestructuras, sino en sus políticas exterior y lingüística, o la propia Constitución que-nos-hemos-dado en cuya redacción tuvo su parte. Pero en lo que quizás haya sido más decisivo fue en ser el canalizador de toda una parte de España, en su mayor parte tradicional, hacia lo que hoy se denomina como el centro derecha español. En efecto, Fraga es el padre de la derecha política española, esa misma mitad del espectro electoral que hace posible el sostenimiento de un sistema que permite y alienta en su seno la matanza tantos inocentes aún no nacidos, la desnaturalización de la familia mediante ataques como el divorcio y la equiparación jurídica al matrimonio de las uniones de personas homosexuales.  En definitiva, Fraga fue y ha sido el artífice del secuestro de una parte del pueblo español que, infectado por aquel síndrome nórdico, se hace el sueco entregando su destino a su mayor enemigo. Y como no quiero en esto pasar por críptico, dejaré clara la paradoja de que el pueblo español, esto es, el católico, entregue elecciones tras elecciones su entusiasta apoyo a la apisonadora que alisa el camino al fijar la gravilla que la izquierda esparce por la carretera hacia el abismo social. Porque ese y no otro es el papel del PP en el sistema político hodierno: el asentar, pulir, mejorar y allanar las reformas que la izquierda marca y deja a su paso. En efecto, tras el paso de la izquierda por el gobierno, el camino parece pedregoso y hediondo, como  aquel sobre el cual se ha derramado la grava para fijar el asfalto. Pero es la derecha quien con su máquina pesada asienta y refuerza la carretera reluciente cual autovía recién estrenada. Pues bien, este artificio, señores y señoras, es obra de Fraga.

Fraga, camaleónico como el Abad Sieyès, en fin, se vendió como el político aperturista en la dictadura, conservador en la transición, galleguista en su tierra e impulsor de Ruiz-Gallardón. Su coherente proyecto de un partido centroderechista, esto es, apisonadora de la autovía del progreso, mantuvo un firme itinerario que ha llevado al Partido Popular a una mayoría absoluta merced a los votos de quienes se oponen a las políticas que va a conseguir perpetuar en España. Y si tamaña fue su grandeza como intelectual y trabajador nato, tan gran verdad es, pues, aquel latinajo que decía: corruptio boni, pessima! La corrupción de lo bueno, es lo peor.

Dios le tenga en su Gloria.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Como siempre das en el clavo y cada entrada nueva que publicas es más certera que la anterior.

Con respecto al tema de Fraga, como decía mi abuelo, dejemos que se despellejen entre ellos.

Un abrazo en Cristo Rey.

Jorge P dijo...

Hombre, en todo caso, no más certero que las entradas de tu blog ;)

Y sí, que se despellejen entre ellos y vuelva la cordura a España.

Abrazo en Xto Rey