13 junio 2013

A cuento de lo de los Jóvenes de San José

No sé si todos los lectores de este blog conocen ya la noticia de que el Ayuntamiento de Barcelona ha prohibido a la asociación "Jóvenes de San José" continuar su labor de repartición de comida a personas necesitadas y atención a indigentes porque, al parecer "da mala imagen" (a lo que cabría preguntarse si la mala imagen es la que da un sistema económico inmoral e injusto que permite que existan personas sin las necesidades más básicas cubiertas o la de unos políticos con vocación de casta). 

Sí, sí. Como lo oyen.

¿Que quiénes son los Jóvenes de San José? Pues, como ellos mismos dicen, unos bautizados que buscan "dar de comer al hambriento". Según parece, el problema está en que lo hacen por Amor a Dios y, por Dios, a los demás. El flagrante pecado civil cometido no es otro que no poner al "otro" por encima de Dios, aunque no reconozca el ayuntamiento que ésta, y no otra, es la razón de su decisión. 

Desde luego que la noticia es para quedarse sin palabras, eso sí, después de proferir todo tipo de calificativos nada amables. Por mi parte os animo a que suscribáis la alerta que Cruz de San Andrés ha preparado.

Yo ya he firmado, y he añadido un mensaje personal que se me ha olvidado copiar pero que venía a poner sobre la mesa la gran farsa de la libertad abstracta que nos quieren hacer pasar por auténtica libertad. Y claro, la Libertad, cuando es libertad y no son libertades (es decir, variadas, múltiples como la realidad misma, concretas y reales) pues sucede que es más pretexto que derecho. Y en este caso la administración elegida "democráticamente" se siente, por un mero formalismo procedimental de elección (y a esto anudan la esencia de esa "libertad" abstracta) con la autoridad suficiente como para prohibir a unos chicos paliar en algo el sufrimiento material de muchas personas que sufren las consecuencias del sistema económico que se desarrolla en esa "libertad". 

Creo que tenemos que hacer, entre otras luchas, una clara cruzada de concreción de las ideas a todos los niveles. Dejar de hablar de libertad sino de libertades (y hablar de subsidiariedad, de mandato imperativo, juicio de residencia o representación orgánica); dejar de hablar de valores sino de virtudes (humildad, pobreza, templanza, justicia, etc.); dejar de hablar de individuos sino de personas; hablar de sociedad pero sobre todo de organizaciones, de asociaciones naturales, de colaboración y caridad; dejarnos, en fin, de ampararnos en -ismos sino en principios que se realizan -y esto es lo difícil- en políticas concretas y decir alto y firme, muy alto y firme que lo que ha hecho el Ayuntamiento de Barcelona es otra muestra más, pero igualmente flagrante, de to-ta-li-ta-ris-mo.

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