En los últimos días hemos oído al PP decir que no va a eliminar ese instrumento de control masivo contra las conciencias de la juventud que es Educación para la Ciudadanía (EpC). Hay gente que se siente engañada, porque ello iba (dicen) en su programa. Bien, el otro día escuché el audio de Rajoy en campaña y lo que dijo fue que no quería EpC como asignatura "específica" (sic), lo cual deja margen para una EpC "no específica". De hecho, lo que proponen ahora es una EpC transversal, incluida en materias como filosofía. En todo caso, ahí tenemos zapaterismo en versión light, sea engañando o cumpliendo lo dicho.
Luego ha estado el tema del aborto. Día sí, día también, los dirigentes populares, advierten de que el debate no es "aborto sí" contra "aborto no". Lo mismo pasó con las uniones gay: "no estamos en contra, sino del nombre".
El brazo "civil" del PP, o los que, en el mejor de los casos pretenden ser el Pepito Grillo del partido, nos han venido recientemente con un referendum que, efectivamente, no plantea "aborto sí" contra "aborto no", sino "aborto de ZP no" contra "aborto de Felipe González y del PP sí".
Y los votos, que en principio es lo que "cuenta" (en fin), fijos en el inmovilismo más absoluto, añadidos cual lapa inseparable a su vergugo mediante el potente adhesivo llamado mal menor.
Y es que se ha implantado entre nosotros una ideología extrema y utópica que infecta y asfixia lo sano que aún le queda a este-nuestro-país. Es el extremismo del mal menor. Los hooligans del "hay que echar a ZP como sea" que, poco cristianamente, odian a la persona y no tanto a su política. Por eso, son capaces de pasar por alto a Rajoy, que ya adelanta que, de gobernar, no alterará lo sustancial de estos ocho años desastrosos y perpetuarán lo realizado por él. Lo cristiano es odiar la política de ZP y perdonar a la persona, esperando su conversión. Ello implica, por coherencia, abandonar ese extremismo que votará siempre al mal menor, que clamará al cielo y votará al que proponga matar a "sólo" 999 personas, frente aquel ZP de turno que plantee matar a 1.000.
Y es que, lo quieran o no, el sistema está montado como una corrida de rejones (y que me perdone este arte tan digno), en el que la derecha es el toro y la izquierda el rejoneador. El uno, muy toro, muy bravo a veces. Enseña los cuernos y a veces embiste, pero no hará más que el ridículo persiguiendo y persiguiendo al jinete que le baila en los morros. La iniciativa y la cabeza es del rejoneador -la izquierda- y el toro -la derecha- una pieza clave pero subordinada. Quizá le pille alguna vez, pero acabará muerto. Y si no llega a pillar, quizás hasta se le indulte, pero es fuera, no dentro, donde se le tome en serio.
Pd.: Ojo, que lo dicho respecto de los rejones es puramente a efectos ilustrativos que vienen al pelo.
2 comentarios:
A pesar de la aclaración de la postdata no se te puede perdonar la comparación. No, no, no.
Sobre el extremismo del mal menor, te digo lo que he comentado en el blog de Roberto:
Cuando el subjetivismo lo mina todo, hasta los cimientos del lenguaje (que no deja de ser instrumento necesario para la transmisión de la verdad) todo se vuelve relativo ... la única certeza que nos queda es la fidelidad al partido y a la "nación". A los buenos, a los nuestros.
Ya, la verdad es que he sido un poco (un poco bastante) injusto..
En lo demás, muy cierto lo del subjetivismo. "Lo nuestro" subjetivista siempre es lo absolutamente nuestro, es decir, lo bueno por decreto.
Vamos, que no se apean del burro que se han montado, ni después de todas estas bofetadas de realidad que les da el día a día. Pero en fin, clama ne cesses!
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