30 abril 2011

Una beatificación y una imperiosa llamada

Mañana es un gran día, por varios motivos. No sólo inauguramos en este domingo, Dies Domini, el mes de María, como primero de mayo que será; sino que es también día de San José Obrero, esposo de Santa María y padre putativo de Jesús, que sirvió a Dios por medio de su trabajo. Es además, el segundo domingo de Pascua, el primero después del domingo de Resurrección y será, asimismo, el día de la Divina Misericordia que precisamente el casi ya anunciado Beato Juan Pablo II proclamó como fiesta de toda la Iglesia en el año 2000. Porque Cristo quiso que la estrecha relación del Venerable Siervo de Dios Juan Pablo II con la Divina Misericordia se proclamase con su muerte, producida en la víspera de su Fiesta, y en esta Fiesta, por decisión del Papa Benedicto XVI, se celebrará en Roma la beatificación de su predecesor en la sede de Pedro.

Tenemos así, reunidos en un mismo día, el Día del Señor y primer día del mes consagrado a su Santa Madre, la conmemoración de su Gloriosa Resurrección y el anuncio de su Misericordia, que no es otra cosa que la llamada a la conversión por la fuerza de su Amor, todo ello admirando y bajo el ejemplo de su siervo el Papa Juan Pablo II de quien bien podría decirse que fue "apóstol de la Misericordia".

No sólo por el Magisterio iniciado con las Encíclicas Redemptor Hominis y Dives in Misericordia sino por todo el Pontificado, la llamada de Jesucristo a la devoción a su Misericordia Divina anunciada a través de la santa polaca Faustina Kowalska, fue una constante. Estoy convencido de que sólo profundizando en este misterio y en esta inagotable fuente de Gracia que es el Corazón Misericordioso de Jesús podemos entender en su verdadera dimensión el Pontificado de este próximo beato (y la razón de su elevación a los altares). En efecto, el mensaje difundido por Santa Faustina marcó profundamente la vida interior de Karol Wojtyla, que siendo todavía Arzobispo de Cracovia impulsó su definitivo reconocimiento por la Iglesia. No me corresponde a mí interpretar las palabras de Cristo en las que promete que de Polonia "saldrá una chispa que preparará el mundo para Mi última venida", pero la conexión de este Papa polaco con un mensaje tan impetuoso de Nuestro Señor a todo el mundo me hacen pensar que la beatificación de mañana nos trae un fuerte anuncio de la Gracia, una llamada a que pecadores, en especial los más abyectos, entierren sus miserias bajo su Sagrado Corazón, se conviertan y confíen en Jesús. "Antes del día de la justicia envío el día de la misericordia (Diario de Sor Faustina, 1577)", le dijo Cristo a Sor Faustina. Que Juan Pablo II haya sido instrumento para el anuncio de tan grande mensaje de Nuestro Salvador, aun en el caso de que él no fuera tal "chispa", le hace ocupar un lugar destacado en la vida de la Iglesia, junto con Santa Faustina y el beato padre Miguel Sopocko.

Recuerdo aquellos días de tremendo y público Vía Crucis del Papa en el que su pobre cuerpo parecía no responder ya más, y sin embargo caminaba y realizaba un anuncio de Cristo más elocuente que sus encendidas homilías. Si al principio del Pontificado gritaba "¡no tengáis miedo! ¡abrid las puertas a Cristo!", al final de su vida nos enseñaba cómo realizar alegremente dicha vocación con ejemplo, cargando con la Cruz y siguiendo a Cristo. Los que vivieron a su lado siempre contaron sus rigurosos ayunos, sus mortificaciones pequeñas y algunas mayores, su intensa oración personal, y a todos nos decía, pastoreando a sus ovejas, que rezásemos el Rosario siempre y que adoráramos con reverencia a Jesús realmente presente en la Eucaristía y que de ella viviéramos todos, a través de la Confesión.

Ese "negarse a sí mismo" por Amor, intrínsecamente unido al mensaje cristiano, nos lo recuerda especialmente la llamada de la Divina Misericordia y nos llama a todos pues “En la cruz, la Fuente de Mi misericordia fue abierta de par en par por la lanza, para todas las almas; no he excluido a nadie” (Diario, 1182).

Como no soy teólogo sino un pobre y simple laiquillo, me someto a lo que la Iglesia y los expertos digan, pero veo que el mensaje y devoción del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita de Alacoque está íntimamente unido al de Santa Faustina Kowalska, no sólo en sus promesas sino en lo profundo de la llamada, en el foco en el Corazón sufriente pero amoroso de Cristo, hasta en la forma en que gráficamente se nos ha mostrado Jesús, extendiendo su mano derecha en bendición a la humanidad y la izquierda que nos muestra su Corazón que sufre y que por medio del Agua y la Sangre que brotan por la lanza del soldado Longinos (beneficiado directo de dicha Gracia) nos muestra y nos destina Su Divina Misericordia. Si el Papa Pío XI nos decía que la devoción al Sagrado Corazón es "compendio de toda la religión y aun la norma de vida más perfecta" la de la Divina Misericordia no puede serlo menos, pues en ambos Cristo nos llama a considerar su Corazón y a no depositar nuestra confianza sino en Él. Por eso, en un caso, Cristo nos llamaba a recitar la jaculatoria "¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!", y en el segundo el mismo Cristo mandó venerar su Imagen con un "¡Jesús, en Tí confío!". Que Dios nos haya enviado dos llamadas sobre un mismo mensaje, aun en dos facetas distintas (y complementarias), nos ha de empujar a seguir con fidelidad y mucha mayor diligencia y premura esta vocación pues pareciera, y esto es impresión mía, que es como si al dar tantas vueltas a una Verdad tan grande no quisiera Jesús que nos falte ningún prisma, ningún enfoque que conecte con lo hondo de nuestra alma para que definitivamente le sigamos y nos Salvemos. Que en una época de tanto pecado, tanta tibieza y tanta apostasía nos anuncie su Misericordia es ya en sí misma una muestra de su Misericordia, que se desvive como en el Calvario para nuestra salvación eterna.

Y como ya no sé si escribo sobre el Papa Juan Pablo II o sobre la Divina Misericordia, aquí lo dejo para que en su conjunto lo consideremos mañana, beatificación de Su Santidad Juan Pablo II como premio a quien instituyó la Fiesta de la Divina Misericordia de Nuestro Señor, y que como desde siempre y tradicionalmente la Iglesia ha rezado, que mañana vayamos omnes cum Petro, ad Iesum per Mariam. Así sea.

Pd.: no os olvidéis de que mañana podemos ganar indulgencia plenaria, con las debidas disposiciones. Decreto de la Penitenciaría Apostólica, 29 de junio de 2002.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Eres un gran tio, porque cuando hablas de Dios, estás dando la cara por Él, y así te lo recordará en el día del juicio final.

Un saludo. Si quieres, puedes visitar mi blog y comentarme qué piensas sobre mi entrada del aborto.
http://www.esesocierto.blogspot.com

Jorge P dijo...

Gracias Ignacio! Le he echado un vistazo a tu blog y tiene buena pinta. A ver si saco un rato y leo/comento.

Un saludo.