Hoy es 18 de julio, y por generaciones esta fecha estará ligada a la de 1936. 75 años ha que sucediera el Alzamiento y qué ciertas son aquellas palabras quasi proféticas de D. Francisco Canals, quien ya en mayo de 1966 señalaba que "la fidelidad del 18 de julio no puede ser puesta en duda sin llevar de nuevo al país a un clima de guerra civil". Y a la vista está que el derrumbe moral de España ha propiciado el envalentonamiento de los cobardes que ahora, casi 40 años después de las palabras de Canals, aplican la histeria de la historia para lavar las memorias y los recuerdos de los españoles. Y es que el 18 de julio, en opinión del profesor, fue uno de esos momentos "constituyentes" en la historia de una Nación, pues "La permanente vigencia del 18 de julio implica el mantenimiento, como base inamovible del edificio político español, de la unidad católica que, después del Vaticano II, han insistido Paulo VI y el episcopado español en recomendar."
¡Qué pena cuando, al comentarle a un amigo que me gustaría asistir a la Santa Misa en recuerdo de tan señalada fecha entendiera que me refería a Franco como centro de la atención! Muy pronto hemos olvidado que el 18 de julio la España sana sintió la liberación de deshacerse del yugo genocida y anti-teo, que para la gran mayoría de los católicos aquello no fue sino una cruzada de liberación, como los propios Obispos y el Papa tuvieron a bien reconocer; que no fue solo un levantamiento militar, sino profundamente popular, como tan emocionantemente leemos en "Requetés. De las trincheras al olvido". Y en fin, que ahora podrán decir lo que quieran pero la realidad fue la que fue, y hoy ni usted ni un servidor estaríamos aquí si no fuera por aquellos valientes y generosos españoles que salieron desde el 18 de julio a darlo todo por su Fe y su Patria.
Dejo, como colofón final de la entrada, un soneto que compuso mi abuelo, incluido dentro de su reciente libro "La Guerra en Cuenca (crónica urgente de la Guerra Civil de 1936)" y que refleja muy bien lo que digo:
II. La violencia preliminar
Los guiaba el instinto iconoclasta y jacobino
del axiomático "Dios no existe" que adoctrina
en el odio a la imagen y su marxismo inclina,
ateo, a ignorar todo lo cercano a lo divino.
Brutal el asalto en mayo al convento paulino (1),
presagiaba la persecución incontrolable;
ciegos, buscaban a Cristo como al gran culpable
el zafio "de buena fe" y el sacrílego asesino.
No separó una línea los dos bandos en duelo,
hecha de alambre de espinos y bunkers hostiles
en sangrienta lucha palmo a palmo por el suelo;
los separó la agresión que se infligió al kerygma,
no los trincherones erizados de fusiles,
porque la religión fue la clave del enigma (2).
[En el libro, las referencias (1) y (2) explican el expolio al Convento de San Pablo en Cuenca, en una jornada de reivindicación socialista en mayo de 1936. Al parecer, los escombros arrojados al Huécar llegaron a orillas de la carretera y allí permanecieron hasta el final de la guerra. Por otro lado, las llamadas de Pío XI en 1931 ("Quadragessimo Anno") y 1937 ("Divini Redemptoris"), contra las agresiones que estaba sufriendo la Iglesia católica en España.]
Por todos aquellos que desde el 18 de julio dieron su vida por Dios y por España, incluyendo a mi tío-abuelo Luis, que escapando del bando republicano, luchó con los nacionales hasta que fue abatido, en las inmediaciones de Madrid, en el ataque por Ciudad Universitaria; por todos ellos, una oración por su alma.
1 comentario:
Descansen en paz los caidos por Dios y por España. No les fallaremos.
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