En la resaca del Jalogüín, se impone alguna reflexión que va más allá (nunca mejor dicho) del simple hecho "esotérico-festivo", que es lo que apuntaba en la anterior entrada, sobre la aplastante uniformización cultural que padecemos, aunque parezca por "libre" adhesión. Una fusión por absorción que se viene fraguando por descapitalización y devaluación de nuestros más preciados activos -y perdonadme el símil empresarial-, es decir, la debilidad cultural española por olvido y debilitación de lo propio es causa de que modas tan ajenas a nuestro ser se implanten con entusiasmo en suelo patrio, llámese Jalogüín o Papá Noel (y hasta que al Corte Inglés a algún gran Centro Comercial se le ocurra celebrar Thanksgiving o Martin Luther King).
No obvio el fenómeno de la interconexión creciente entre sociedades, por el progreso tecnológico, que ha favorecido el mutuo conocimiento. Pero hemos de destacar que la mutua influencia no conlleva necesariamente (contra lo que se suele afirmar) un enriquecimiento mutuo. De hecho, la experiencia nos está demostrando lo contrario. El fenómeno meramente tecnológico ha coincidido en la historia con un derrumbe moral e intelectual de lo que se suele llamar "occidente" que ha favorecido una globalización por asimilación pasiva de premisas ideológicas contrarias, seguramente por inercia, a los principios morales y religiosos que sustentaron la Cristiandad.
Mantengo la teoría de que sólo desde la afirmación de lo propio puede uno enriquecerse con lo ajeno. Sin embargo asistimos a un fenómeno que pretende supuestamente construir mediante la destrucción de lo propio. Es la misma idea subyacente en la concepción relativista de la sociedad que funda el estado democrático por negación de las verdades eternas, de modo que por la tolerancia (que es realmente indiferentismo) se llegue a la pacífica (yo diría muerta) convivencia (o co-yacimiento). Decía Rafael Gambra que el conformismo moderno se manifiesta en una entrega total del individuo y las sociedades a la dictadura de "Los Tiempos", algo que de alguna manera vislumbró sin verlo del todo Ortega y Gasset en la Rebelión de las Masas. El inconformismo (el verdadero hombre libre) sería aquel que huye de esa dictadura para buscar la solidez de la Mansión donde poder construir y heredar (en definitiva, progresar). Por eso, Jalogüín es más que un mero divertimento, en el mejor de los casos. Jalogüín es la claudicación del hombre y la sociedad libre a la masa y a Los Tiempos.
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